¿Venezuela se arregló?

Nuestro país es parecido a una revista de farándula, cada cierto tiempo hay un chisme que está de moda, el de estos momentos es: Venezuela está mejor, vente

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Clara Peeters, Mujer sentada ante una mesa de objetos preciosos,

Desde hace aproximadamente cinco años comenzamos a vivir un fenómeno que es muy recurrente en otros países, pero que para nosotrxs no era nada común, la migración venezolana. Cifras oficiales de organismos internacionales mencionan que más de cinco millones de personas han emigrado de Venezuela hacia diferentes países del globo terráqueo. Estamos pordoquier. Bien o mal recibidos, hemos sido noticias en todos los noticieros del mundo, ya no son los rostros de mexicanxs, guatemaltecxs, nicaragüenses, bolivianxs, colombianxs, cubanxs o haitianxs, cruzando el Río Bravo, Los Andes o la selva, ahora se suman los rostros de miles de venezolanas y venezolanos pintados en cientos de fronteras de este mundo. Algunos con historias que contar y otras y otros con historias que terminaron en su travesía.

Desde mi contexto, una inmigrante involuntaria, que la crisis no expulsó de su país, pero no la dejó volver por muchas razones. Razones que medito y se me vienen a la mente cada vez que escucho el nuevo eslogan de promoción inversionista “Venezuela está bien, vente”. Y claro, una aquí afuera separada de la familia, amigos, amigas, el gato, el perro, la sábana, la almohada sucia con la que dormía, miles de recuerdos, escucha eso y se le viene un fresquito pensando en la idea de que las miles de cosas que la expulsaron de un país, parecieran mágicamente haberse resuelto porque la prima de la prima de mi mejor amigo con su trabajo se pudo comprar un IPHONE, entonces, Venezuela se arregló.

¿Quiénes hablan que Venezuela está bien? o mejor dicho, se arregló. Es importante diferenciar estos criterios valorativos sobre Venezuela. Ciertamente, Venezuela está mejor, eso no se puede negar. Hace cinco años no teníamos con qué limpiarnos el trasero, literalmente, ni con qué cepillarnos los dientes, porque hasta el bicarbonato desapareció, entre usarlo para los dientes y las axilas su demanda hizo que se volviera un producto de lujo. El pabellón lo sustituyeron las croquetas de lentejas, y volvimos a nuestro “orígenes” comiendo arepa de maíz pilado (muchas veces de dudosa procedencia), que vale acotar había que comerse rápido porque, sino se dañaba; no teníamos champú, y andábamos con eso pelos resecos, ya que “HedanChiwi” sin sal no ayudaba para nada. Tomábamos leche de harina de CLAP y de pasta, que cuando la preparabas se volvía chicha. Tomábamos café de tetica y endulzamos con papelón, la sardina fue nuestra mejor proteína y el requesón se volvió nuestro queso azul. El cocuy se volvió maestro de ceremonias. Bajamos de peso, y nos volvimos una sociedad “esbelta”. El hambre y la necesidad nos estilizó.

Hace días veía el Instagram de Fernando Carrillo, que no sé por qué rayos lo sigo, pero leía su emoción y regocijo por lo bien que estaba Venezuela desde un restaurante en El Hatillo.  El otro día eran los comentarios de Norkys Baptista, uno de los iconos más emblemáticos de la farándula venezolana, solo la supera Fabiola Colmenares, diciendo que Venezuela estaba muy linda, que se veía mejor. Mientras en 3, 2, 1 todo el mundo le caía encima.

¿Quiénes son los que dicen que Venezuela está mejor? No sé si Norkis y Fernando sean una buena fuente para determinar si está bien o no está bien Venezuela solo porque ven que está pintada y pueden ir a comer a restaurantes al Hatillo, pero para mí hay preguntas más importantes que responder para saber si Venezuela se arregló o no, y cada vez que las hago, las respuestas siguen siendo las mismas. 

Desde hace cinco años a mi tía que vive en San Cristóbal, Táchira, todos los días se le va la luz, entre 2 y 8 horas. La realidad del interior del país continúa siendo muy precaria. Todavía no tenemos un servicio de transporte urbano decente, y para muestra de ello la terrible situación en la que está el Metro de Caracas; un “servicio” que sigue siendo un caos, los vagones no sirven, se inundan las estaciones, no se libra de la problemática eléctrica y hay retraso todos los días. Los costos de la gasolina son muy elevados sin contar las colas o los contactos que debes tener para obtenerla subsidiada.

En materia de seguridad, ¿podré caminar con mi teléfono, estacionar mi carro, salir tranquila en la noche sin tener miedo a no volver? ¿se arregló? En educación, ¿mis sobrinos y sobrinas pueden obtener una educación pública o privada de calidad sin tener que pagar elevados costos por una responsabilidad que el Estado debería cumplir como es su deber? ¿Existe la oportunidad de empleos productivos para el país bien remunerados que no sean vender tu mano de obra para grandes compañías de enchufados rentistas que necesitan de alguna manera lavar el dinero de todo el que obtienen a través de negocios ilícitos como la extracción del oro en el sur del país?

Confundimos “arreglo” por ver la imagen de grandes casinos, nuevos restaurantes y bodegones que nos generan una sensación de progreso que solo beneficia a los parásitos que se siguen nutriendo de la continua destrucción del país. Las grandes lavadoras de dinero y las grandes tiendas de lujo nos hacen creer que estamos mejor y que vamos caminando por Ocean Drive en Miami y no en Sabana Grande. 

Creer que porque ahora se puede consumir más es un sinónimo de que Venezuela se arregló, es ubicarnos muy mal para ver la realidad de nuestro país. Los problemas estructurales continúan y quizás empeoran como la situación de la salud pública, el acceso a una educación de calidad, oportunidades de empleo y de desarrollo habitacional, seguridad, tener acceso a servicios básicos de calidad como el agua, entre otros. Continuamos teniendo el mismo gobierno que no ha cambiado sus prácticas y que no hacen más que enriquecer a una pequeña élite. Seguimos teniendo los mismos problemas solo que ahora maquillados con grandes casinos, comida rápida y una sensación falsa de bienestar.

Si pensar que Venezuela está mejor porque ahora tengo una máquina para minar y puedo ir a comer en los “full truck” de Plaza Venezuela, no, Amiga date cuenta.

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Somos un grupo de amigas, parias y rebeldes. Nos dimos cuenta que la brujería y los movimientos paganos comunicacionales son lo nuestro. Aún pateando calle y con un poco de paciencia, nos adentramos en el mundo cibernético. Ladramos, mordemos y cuando llega el momento nos ponemos el monóculo. Maestras en el arte comunicacional y politólogas, aferradas a la loca idea de cambiar al mundo con un poco de humor.

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