NO ME LO ESPERABA | La curiosidad mató a la gata 🐱

Pudo ser la noche más salvaje entre besos y lamidas, pero bueno... no estaba preparada para esa situación
Hace algún tiempo conocí a un chico, esos que yo describo como taciturno, muy observador y con una mirada penetrante.
 
Este joven en cuestión era un muchacho alto, fuerte y bien parecido, que a cualquier mujer la traería suspirando. Cazadora como soy me embarqué en una tarea de seducción.
 
Para esos días yo me encontraba en un apogeo sexual indescriptible y tenía unas ganas inmensas de coger y coger a todo aquel que callera en mis redes. Pues resulta ser que con este chico yo iría de frente y sin tapujos.
 
El chico en cuestión tenía 24 años, a pesar de su gran sex appeal destilaba cierta inocencia, lo cual me parecía aún más atrayente, y comencé mi rutina para atrapar a mi presa, le soltaba sonrisas, le tiraba indirectas; yo estaba segura de que él se daba cuenta, pero parecía no darle mucha importancia, por lo cual me desespere y pensé:
 
1) puede que tenga novia,
2) no le gustan las mujeres o
3) simplemente no le gusto (evidentemente de estas opciones la tres era la que más hería mi ego).
 
No obstante, el tiempo me demostraría que las razones de su aparente desinterés eran otras.
 
Un día nos tocó quedarnos solos, en una de esas casualidades de la vida, la cual yo aproveché para desplegar mis mejores armas, y cuando menos lo esperaba le dije que quería que me besara, él me miró inquietante con esos penetrantes ojos y se acercó a mí para darme ese tan anhelado beso, ¡al fin ocurrió!
 
Sin embargo, no fue como yo lo imaginé, más bien resulto medio incómodo y rígido, ese hecho llamó mi atención, y ojalá me hubiera detenido en ese momento, pero mis ganas de tirarme a este portento de hombre podían más que la razón que me decía que era mejor no continuar. A pesar del beso nosotros seguimos, él me metió mano hasta que quiso y yo lo toqué de todas las maneras que se me ocurrieron, cuando ese hombre se quitó la camisa:
 
“¡Dios!” Me dije a mi misma, “¡que rico está este tipo!”
 
Unos abdominales bien marcados se ocultaban tras la chemisse que llevaba. Entonces me cargó y comenzó a acariciarme, yo estaba súper, híper mojada, ardía en deseo, sin embargo ese día no tuvimos sexo porque el lugar donde estábamos no era el propicio para esta faena. Por lo cual lo pospusimos para el día siguiente.
 
Antes de salir de mi casa en tal esperado día donde consumaría las ganas que le tenía al muchachito me acicalé como es debido y me vestí regía para la ocasión.
 
El chico y yo pasamos la tarde juntos entre picardías y cruce de palabras y miradas como antesala a lo que yo creía que pasaría.
 
Al fin llegó la noche, nos fuimos juntos a su casa, y la noche prometía. Yo estaba demasiado mojada, quería que este joven me tocará y me hiciera explotar, comenzamos los juegos y toqueteos. No obstante, el muchacho se comenzó a poner nervioso  cosa que me previno un poco, sin embargo, me dije: 
 
“Debe ser que tiene tiempo sin estar con una chica y yo soy demasiado lanzada, puede que lo haya intimidado”
 
A pesar de esto, él continúo y yo lo dejé que continuará, pero todo iba de mal en peor, no sabía dónde tocar, era muy brusco y cuando lo quiso meter no pudo, no sabía por dónde lo tenía que meter. Yo me caracterizo por exigir como me gustan las cosas, así que sumamente molesta ante este hecho le pedí que parará. Me llené de una arrechera inmensa, me voltee y le dije:
 
“Para, para, dejemos esto así y vamos a dormir”,
 
Cerré mis ojos e intentaba calmar mi arrechera, cuando de pronto escuché unos sollozos, el chico en cuestión estaba llorando, yo ante esto me inmute no sabía cómo actuar, ni qué decir y traté de ponerme modo psicóloga con el típico “estas cosas pasan”, “tranquilo, es normal que estés nervioso” a lo que el chico respondió, “es que te mentí”, y yo pregunte “¿cómo es eso?”, cuando de repente el joven me dijo algo que me saco de órbita, “es que yo SOY VIRGEN, nunca he estado con una mujer”.
 
En ese preciso momento yo quería que me tragará la tierra, no sabía ni que decir. Yo esperaba una noche de sexo salvaje, no una iniciación sexual y menos de la manera en que se estaba dando.
 
Él se calmó e intentamos nuevamente volver a la faena pero para mí ya era imposible estaba bloqueada, aunque por un segundo intenté ser solidaria y me dije “bueno inténtalo, él te gusta”. Pero fue peor, cuando el muchacho por fin encontró el huequito (con mi ayuda) se comenzó a mover muy, muy mal.  En mi cabeza quería desaparecer, le dije que se detuviera, yo simplemente NO QUERÍA, ni siquiera para hacerle el favor a nadie, era mi cuerpo y no me daba la gana de estar con alguien virgen, no en ese momento.
 
Finalmente, me di media vuelta y me acosté a dormir esperando que la noche pasará rápidamente.
 
Algunos dirán que fui mala, otros que le hubiera dado una cogida tremenda, pero yo más que nadie sabe que toda esa situación me descontroló, no supe manejarlo.
 
¿Estamos las feministas preparadas para afrontar esta realidad?

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