La primera vez fue una noche, ¡bueh! ya era la madrugada. Estábamos en un bar en el oeste de Caracas. Veníamos de una ruta nocturna, la primera del año 2013, recuerdo que fue en el mes de febrero, el sábado antes del lunes de carnaval.
Después de haber bailado divinamente gran parte de la noche, en un punto de música electrónica. Riendo, tripeando. Yo esperando a unxs amigxs que no llegaron. Pero otrxs estaban por ahí cerca, bailando también.
Esa fiesta duró muchísimo tiempo. Fue uno de los puntos, cuidado sino el único, que se quedó después de la hora reglamentada. Duró y duró y yo bailé y bailé. Pura algarabía por doquier. Hasta que finalmente la rumba terminó y una amiga me dijo para irnos a ese otro lugar en el oeste de Caracas.
Llegamos a su casa. Tenía muchísimo tiempo que no hacia eso de salir de noche a un lugar y de allí irme a otro. Se había convertido en un riesgo andar por ahí en horas nocturnas. Pero esa noche, todo fluyó bonito.
En este nuevo local, uno que yo veía y pasaba por allí con frecuencia, pero nunca entraba. Esos lugares que no sé, desde que estás en la puerta sientes una vibra no muy acorde con la tuya y terminas no entrando. Lo cierto es que no había entrado antes, si no hasta esa noche.
El Dj era el mismo de la ruta nocturnas, así que la rumba estaba buenísima, y yo, bailando y bailando. En eso se acerca mi amiga, la que nombré más arriba y una hada azul (como su cabello) que acababa de conocer. Me cautivó desde ese primer instante. Estábamos bailando las tres. Divinamente. Muy cerca, cerquita. Repentinamente sentí la mano de la amiga en mi brazo y rápidamente me percaté que también había tomado por el brazo a la hada azul y nos llevó para el baño.
Allí comenzamos a besarnos. Tres lenguas juntas. Describirlo no es fácil. Lo que sí puedo afirmar y aseverar, que fue divino. Mientras nos besábamos, nos acariciábamos más en la espalda que en cualquier otro lugar. Nuestros corazones parecían yeguas desenfrenadas corriendo en la libertad. De vez en cuando una risita y continuábamos en nuestro idilio triádico. Luego, tocaron la puerta…
Salimos a seguir bailando. Esa madrugada fue larga, de allí nos fuimos a casa del Dj, a seguir bailando.
La segunda ocasión fue hace poco. Estaba en una rumbita bailando y bailando, en un lugar que estaba llenísimo de gente. Estábamos bailando en grupos más que en parejas, pero si había parejas por ahí, demostrándose su amor. Esa noche había varias parejas lesbianas.
Yo estaba bailando y una amiga bellísima que tengo se puso a hablar conmigo mientras bailábamos, luego me tomó por el brazo con dirección al baño. Seguidamente sentí que me tomó por el otro brazo otra amiga y al entrar al baño, empezamos a besarnos. Nuevamente, tres lenguas, tres sabores, tres palpitaciones. Estuvimos besándonos por mucho tiempo, hasta que tocaron la puerta.
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