MICROONDAS

Anécdota para empezar a ser empática con ciertas experiencias cojoneras.

Saskia Schnell
Ilustración de Saskia Schnell

Yo no nunca he sido una tipa de prejuicios ni mojigata. Mi formación en arquitectura me ha dejado claro el infinito mundo de la creatividad y de sus múltiples caminos para hallarla, es decir, no soy una pendeja de mirada limitada pues, así como tampoco pelo los ojos cuando me cuentan vainas que yo consideraría extremas, pero en fin…

A mí siempre me había hecho mucho ruido nocivo esos términos machirulos de calienta huevo o mujer microondas, siempre me han sacado de quicio esos comentarios cuando se refieren a una tipa que simplemente quiso unos besos, un lengüeteo, una agarrada de teta, ¡¡qué se yo!! Un hasta ahí pues… Defiendo a capa y espada puesta a esa jeva, mujer, o tipa, que no le dio la gana de acostarse con el objeto de tal deseo, las defiendo en su derecho a decidir si en ese momento simplemente solo querían…mojar el anhelo…todo chill…

Hace meses fui contratada para diseñar un proyecto hermoso que combinaba cementerio con crematorio…ya la vaina amenazaba tempestad…tenía a mi disposición una oficina a todo nivel con vista panorámica de Caracas en uno de los Pent House de una reconocidísima torre de oficinas ubicada en el este de la ciudad, yo mami …la más regia… me sentía en una fantasía en donde era la Zaha Hadid tropical…

Un día me percaté que la oficina contigua a la mía, que era la de marketing, estaba repleta de mujeres que parloteaban como abejas recién sacudidas del panal, era la celebración de la promoción de una de ellas que había comenzado como recepcionista en la empresa constructora y ahora detentaba el glamoroso cargo de jefa de publicidad, mercadeo y medios. En ese enjambre destacaba una jeva -a quien llamaré Jessica-  asistente administrativa de la compañía y contemporánea conmigo, que llamó mi atención por lo ordinariamente machista de sus comentarios refiriéndose a la crianza de su pequeño hijo de 5 años y a la crítica despiadada hacia su hermana “cachapera” con la cual no se hablaba desde la muerte de su papá…en fin…mentes cerradas dije yo…umjú y ajá…

En esta compañía yo me llevaba tremendamente bien con su director ejecutivo, que no solo era una mole de 1,90 mts con apariencia de nevera de dos puertas con fábrica hielo, absolutamente intimidante y de un carácter tan dulce como un osito de peluche cubierto de dulce de leche y chocolate, yo simplemente lo adoraba y disfrutaba muchísimo de su compañía en reuniones de dirección ejecutiva y conversaciones varias…era un macho alfa en toda su expresión… y olfato…

Con Jessica mantenía conversaciones un poco fatuas y circunstanciales cada vez que se acercaba a mi oficina, pero algo había en ella que me estaba despertando un ánimo académico de llevarla por el camino de la apertura de pensamiento y entendimiento, yo con mi vaina feminista que diría mi ex marido, con mi banderita gay friendly, en una de: “coño Jessica pero tu hermana es tu hermana respétala en su orientación de ser homosexual,  quiérela tal como es” ó “coño Jessica no le digas esas vainas a tu muchachito déjalo que llore si se cae” … y así.

Una tarde en la que ya se había retirado la mayoría del personal recibo un mensaje en mi teléfono de Jessica: “me fui a mi curso de contabilidad … feliz tarde arquitecto”. Quedé un poco desconcertada porque esta jeva no tenía por qué darme parte o notificarme de sus actividades o si se había ido temprano, ella no era personal a mi cargo, yo solo estaba allí en una oficina adjunta que generaría un proyecto para que la constructora lo edificara…o lo enterrara.

A lo cual le contesté: “que bien, aprende mucho entonces…” yo no sé de dónde coño me salió ponerme simpática ni mucho menos, con ignorar ese mensaje tenía, o resolver la respuesta con un inadvertido “OK”. Pero lo que me sentó de culo fue su siguiente mensaje: “la que me puede enseñar cosas es usted arquitecto”. Y yo pensé: “… ah vaina…”

Pasé toda la noche preguntándome qué carajo fue esa respuesta, yo no le echo los perros a las mujeres, puede que en la vida me haya sentido infatuada por alguna mujer, pero lo admití de la mejor manera, en el entendido de una sexualidad que fluye sin los cercos sociales impuestos. Pero honestamente nunca había estado en una situación en la que me abordaran así, es más, yo no sabía distinguir si ese mensaje era una punta, era una flecha, o era una bala… ni idea… tampoco tenía a quién preguntarle, porque en el fondo yo que me la tiraba de liberada, ahora estaba peor que Sandy en Vaselina recién llegada de la playa. Marica, ¿¿¿Quéjesto???

Empecé a recibir visitas inesperadas en mi oficina de Jessica, miradas sostenidas, risitas nerviosas y raras, el ambiente era algo así como de reverberancia perril, un tira y encoje, puntas raras y llevarme la literatura que entretenía sus noches…

Hasta que un día se me ocurrió manifestar en voz alta ir al baño en presencia de Jessica quien rápidamente se incorporó de su silla y me dijo: “Te acompaño, yo también voy”. Yo  ni pendiente, normal pues, pero a mitad de pasillo algo me dijo que yo no iba a salir ilesa de ese baño -ni ella tampoco- Éste era un baño super amplio que se cerraba internamente, con lo cual, aquello fue: cerrar la puerta y… fue algo como si ya lo supiéramos, como si ya se sabía que a esto veníamos, ni ganas de mear ni hablar…

Los besos con esta mujer encendían un fuego en el vientre que era inusual para mí, era una vaina loca de brasas encendidas, de un deseo contenido que se conectaba vientre con vientre, que me palpitaba todo el cuerpo, el aumento de la presión sanguínea sentía que me iba a dar un infarto,  me vi como una universitaria o una adolescente en el baño dándome unos besos furtivos, y ahora, la madurez de mi cuerpo reconocían con intensidad, la humedad, la tensión y la efervescencia del escondite me ponían en otro registro de arritmia cardiaca… verga que vaina tan rica… hasta que… TOC TOC ¿“Está ocupado?”

Presa de una controversial humedad y calentura, ambas salimos hacia mi oficina y Jessica decidió sentarse a observarme…cuando mi macho alfa favorito se acerca a la oficina y se para en el umbral de la puerta de vidrio y dice con tono chistoso un comentario re sexista pero que lejos de arrecharme me recordó que al final mamíferos somos… “¡Aquí huele a hembra!” …coñuesumadre… ¡Qué olfato de feromonas tan arrecho!

Esta escena de ir y venir del baño, era angustiosa y reiteradas veces al día. Siempre a través del mensajito: ¡Vamos!”. Yo había dejado de fumar desde que terminé la universidad, pero el deseo y el anhelo de los besos y el estar cerca del cuerpo de Jessica me indujeron a volver al vicio maloliente del cigarrillo.

Cuando digo que era angustiante la vaina, es que sólo quedaba ahí en el baño. Porque cuando le asomaba la oportunidad de irnos a otro lugar para dar concreción a lo que era evidentemente el preámbulo de una tremenda pasión, me contestaba mediante excusas y evasivas aludiendo a su apretada agenda de mamá, hermana, hija, nieta y presidenta de la junta comunal del barrio… o sea… “¡Coño vamos a tirar amiga, Esta tensión sexual es insoportable!”.

Pasaron los meses y yo, que he sido una tipa cumplidora de mis responsabilidades de project manager, di por terminado mi proyecto y entregué a la constructora un hermoso complejo funerario de fácil y rápida ejecución. Llegó lo mío, hasta ahí, y la consabida despedida.

A la fecha y años después de aquella calentura sideral, recibo un mensaje de texto de Jessica recordándome que ella nunca antes había deseado estar tanto con una mujer, que yo esto, que yo lo otro, que bella tú, que rico tus besos y bla bla… Ya no le digo nada, es más ni contesto, simplemente leo esos extraños mensajes que me llegan en medio de la madrugada y con una extraña empatía empiezo a entender, trato de comprender, pero que jamás tendría que justificar esos comentarios sin embargo a veces no me siento mal en asentir en silencio, callada y hasta comprensivamente que yo también supe… lo que es calentar y no cocinar…

👩🏼‍⚖️ Comadre Penélope

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Somos un grupo de amigas, parias y rebeldes. Nos dimos cuenta que la brujería y los movimientos paganos comunicacionales son lo nuestro. Aún pateando calle y con un poco de paciencia, nos adentramos en el mundo cibernético. Ladramos, mordemos y cuando llega el momento nos ponemos el monóculo. Maestras en el arte comunicacional y politólogas, aferradas a la loca idea de cambiar al mundo con un poco de humor.

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