Cuando salí embarazada fue una noticia inesperada. Ciertamente no me había cuidado tras haberme reconciliado con mi novio con el que tenía casi dos años. Nos habíamos separados, pero nos fuimos a la playa, específicamente a Morrocoy y a Cayo Sombrero. Allí entre mariscos, moluscos y en medio de la mar, concebimos a nuestro hijo.
"entre mariscos, moluscos y en medio de la mar, concebimos a nuestro hijo"
Siempre me cuidaba, pero había dejado de tomar las pastillas anticonceptivas que tanto daño me hacen. Sus efectos secundarios son inaguantables: vómitos, hinchazón y dolor en los senos, pésimo humor, migrañas, entre otros. Así que como estaba con pareja formal y estable decidí llevar mi calendario de días fértiles. Pero esos días de reconciliación me tomaron por sorpresa y olvidé la agenda en mi casa y me dispuse cual sirena a disfrutar de las maravillas del Mar Caribe.
Tanto a él como a mí nos llevó unos días digerir la noticia y comenzar a planificar que haríamos ahora con nuestras vidas.
Finalmente me decidí que tendría a mi bebé. Y así comenzaron las conversaciones con las familias, él fue a vivir a mi casa con mi mamá y mi abuela. Comenzó a trabajar, yo estudiaba y tenía una beca y poco a poco fuimos adquiriendo algunos enceres necesarios para el nuevo ser. Mi bebé crecía y crecía, y mi cuerpo también: mis senos, caderas, todo creció. Así como crecían mis ansias de hacer el amor todos los días, dos a tres veces al día. Era muy rico disfrutar el sexo embarazada y con mi pareja, lo hacíamos de todas las posiciones, cada vez que podíamos.
Pero ya hacia el 7mo mes mi barriga era tan grande que la gente en el metro siempre me decía que parecía una barriga de morochos. Ese tercer trimestre es el más rudo, el más agotador.
Sin embargo, no perdí mi sex-appeal. No sabía que una embarazada podía generar ganas en los otros –varones- pues para mí las embarazadas habían sido siempre mujeres delicadas, maternales, jamás me imaginé a una embarazada sexy.
Para ese momento, mi pareja tuvo un bajón de libido y eso fue para mí casi la muerte. Quería hacer el amor y él nadita, apelaba a que le daba cosa con el bebé o que estaba cansado, etc., yo enfurecida y ansiosa le exigía tirar y tirar.
Hacia el 9no mes el Sr. Pipi se despertó y volvimos a nuestras andanzas. Pero ya no podía hacer muchas maniobras, sólo podía sentarme arriba de él y moverme hasta acabar: ¡Madre mía! ¡Qué orgasmos!
Faltaba una semana para dar a luz y yo no paraba de tirar. Un sábado justo 6 días antes, aprovechamos que mi madre y abuela habían salido de compras y ¡zaz! nos fuimos a la cocina para variar el paisaje y luego regresamos al cuarto para yo poder llegar a la cima de la montaña rusa.
Me monté, me meneaba hasta más no poder y finalmente llegué, pero ¡Susto, algo raro pasaba en mi vagina! Los tejidos nerviosos de los labios menores y mayores se movían eléctricamente más de la cuenta, mi vagina se abría y cerraba con rapidez fue en ese momento que pude percatarme:
-¡Cariño tengo contracciones! Dije asombrada.
-¿Qué? ¿Cómo es la cosa?, se exaltó mi amado.
-¡Creo que voy a parir!
En eso me relajé, esperé diez minutos a ver si cesaban y efectivamente cesaron.
Parí el viernes siguiente.
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