Comenzamos a caminar por Sebucán en sentido Norte, hasta llegar a la montaña. Allí continuamos el ascenso entre los verdísimos caminos húmedos.
Como siempre el Waraira mágica, imponente, madre naturaleza que nos acobija. Llegamos a una especie de tanque. Reposamos un ratito. Teníamos mucho sueño, habíamos bailado hasta el amanecer. Repentinamente comencé a sentir sus manos en mis brazos, y a sentir mi piel de gallina. De un momento a otro estábamos acariciando nuestros cuerpos, sintiendo nuestras respiraciones y nuestros corazones acompasados en la rapidez del éxtasis. ¡¡¡Ahhh qué delicia!!! Sus dedos en mis cabellos, sus respiraciones sobre mi cuerpo, mis manos sobre su piel. Nuestros ojos y sonrisas llenos de complicidad. No hubo besos, ni penetración. Quería que ese día fuera eterno para seguir jugando con sus cabellos largos, ensortijados y jugar él con mi piel suave y erizada. Sonriendo, respirando. Y así estuvimos toda la mañana tocándonos, haciendo el amor.
Ilustraciones: Michael Howard
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