Chile
La raíz artística de Paula Tikay fue su madre. Matrona de oficio, le enseñó de artes, de cultura, de artesanías. La madre “siempre se dedicó a pintar mujeres también”, dice Paula. Su casa estaba repleta de libros sobre Latinoamérica. Luego estudió Bellas Artes, pero interrumpió la carrera al quedar embarazada de su hija. Y así cerró hermosamente un ciclo de feminidad que órbita su vida y su arte:
Paula creció entre mujeres de carne y de pintura. Y un día también las creó.
El transcurrir profesional de Paula no es muy diferente al de las artistas urbanas chilenas de su generación. En marchas y en acciones reivindicativas empezó a descubrir la calle como espacio expresivo. El bohemio barrio Yungay, un vibrante hervidero de cultura de calle muy viva en el corazón de esa megalópolis que es Santiago, la nutrió mucho. Compartió con otros colectivos, con otros artistas.
En la actualidad, sus obras han venido creciendo en dimensión. Se reparten por todo el continente. La dupla de vida y arte que efectuó con otro grande del arte mural chileno, Aner, ha conseguido sacar lo mejor de ambos.
Aner formaba parte de un colectivo que combinaba con sabiduría la ternura de sus temas con esa tremebunda imaginaría telúrica del Sur, que también se revela sin tapujos en las imágenes de Paula.
No parece haber sido difícil esa yunta creativa. El resultado fue explosivo: crecieron en tamaño, en alcance geográfico, en ternura, en el discurso, en pericia técnica.
Los murales de Paula y Aner son, a juicio de este muralista, una de las bisagras de esta generación de artistas.
Mujeres envueltas en su mundo, mujeres que tejen y al tejer se tejen, mujeres rodeadas de hojas verdes y leopardos, mujeres que parecieran ser la hoja y el leopardo, mujeres siendo orgullosamente ellas, expresando su ternura pero también su aguerrido espíritu y su modo de ser raíz y tronco.
No son revanchistas, no parecen mostrar ansias de batalla pero se las nota totalmente preparadas para ello
Gigantes con las que no se juega. Imponen su mundo hecho de flora y fauna, de quehacer cotidiano, de lo que producen con sus manos.
Un universo plástico gentil y poderoso, un arte que sacó lo mejor del Aner hombre y la Paula mujer y que se expresa en esas mujeres titánicas y tiernas a un tiempo. Yo pude compartir con ellos solo un par de semanas hace unos años ya, y desde entonces los he sentido amigos entrañables. Eso mismo ocurre cuando presencias sus obras.
Sus obras son fraternidad pura, te enseñan, como ellos, de qué buena madera podemos estar hechos los hombres y mujeres de este continente nuestro.
Todas las semanas Monstruas del Arte Urbano tiene una nueva entrega de varias extraordinarias muralistas. Te invitamos a seguir Las Comadres Púrpuras para que te enteres de muchas movidas culturales.