He sido muchas cosas en la vida, y una de ellas es ser compañía en momentos de alegrías, tristezas y retos.
Yo acompaño y he acompañado a mujeres que han decidido no ser madres o no quieren tener hijxs en ese momento.
He acompañado. He estado allí. Siempre atenta, con algún pañuelo y mi hombro para los momentos en que se necesite.
No es fácil estar frente al dolor. Una de las cosas que más cuestan cuando acompañas un aborto, es ver el miedo en cada rostro.
Cuando acompaño, su dolor se vuelve mío.
Yo acompaño a pesar que también pesa sobre mí el dedo acusador de una sociedad hipócrita e injusta que también aborta en silencio.
Acompaño en el tránsito de un camino sinuoso, complicado, difícil, triste, angustiante.
¡Resolvemos juntas!
Acompañar es también ilegal, en este país no tenemos derecho a decidir.
Penalizar a las que acompañamos, es tirar a la calle y en soledad a las mujeres que deciden sobre sobre sus cuerpos, porque se lo merecen por aborteras.
Me niego a que las niñas sean madres. A que las mujeres las obliguen a ser madres en contra de su voluntad.
Cuando acompaño el proceso individual de abortar, se vuelve colectivo. Se generan lazos de solidaridad y empatía.
Contamos la una con la otra.
Las Comadres Púrpuras