Hacerle una machoctomía a lo sexual

La machoctomía la planteamos para hacérselas a las personas,

pero ¿podemos pensar en hacerle una machoctomía a lo sexual?

La sexualidad hetero más común es la pornografiada. La sexualidad del pene y la penetración oral, vaginal y anal, o de la pene-imposición, el roce de cavidades, curvaturas o protuberancias. Esto implica, para una persona diagnosticada hombre por el sistema médico al nacer, que el placer es monopolizado, pero ni siquiera por el pene, sino por la eyaculación, y más aún, por una eyaculación en la que se vea involucrada la penetración o la pene-imposición. De ahí que un hombre pueda sostener su placer sobre fetiches como frotar su pene en una mujer en un transporte público, o en eyacular en cuestión de segundos sobre una mujer que duerme o que está distraída en la playa. Otros fetiches posibles gracias a la monopolización de la eyaculación sobre la sexualidad de los hombres son el exhibicionismo genital, el placer voyeur al observar a su pareja mujer siendo penetrada y eyaculada, y las violaciones. Las violaciones que implican agresión y sometimiento de una víctima consciente, las violaciones que implican hacerse el sordo ante el no de una mujer, las violaciones de mujeres inconscientes, ya sea que el hombre la ha drogado o que se encuentra por otras razones, como el sueño o el desmayo, en un estado no consciente. La monopolización de la eyaculación convierte los helados que se derriten en penes chorreando.

La monopolización de la eyaculación como fuente de placer acarrea la demanda de una erección firme y constante.

En caso de que la erección no sea lograda para llegar a la eyaculación se hace necesario recurrir a cualquier recurso que ayude a cumplir el objetivo. Así la dominación, como complemento del macho, se vuelve un valuarte de la sexualidad penificada. Entonces la violación, en sus múltiples formas, se vuelve una doble promesa de éxito sexual, es al mismo tiempo evidencia de dominación, de conquista, de victoria, de una sensación que en la lógica capitalista implica bienestar, y también cumple con el requisito del monopolio de la eyaculación. Pero así como la violación, llamada sexo no consentido en los espacios donde la palabra parece ser más fuerte que la acción, tiene distintos grados de evidenciabilidad en nuestra sociedad, pasa igual con la dominación. Cuando el sexo es consentido con preservativo y el hombre finge ponérselo o se lo quita en algún momento ocurre tanto una violación como una demostración de poder y de injusticia.

¿Puedo porque quiero o quiero porque puedo?

Otros casos de dominación que no tienen que ver con una demostración física implica el uso de cambio que los hombres hacen de sus parejas mujeres. Acá también se mezcla el voyeurismo penetrante, a veces la violación por coerción y por manipulación psicopática, y la dominación del hombre sobre su pareja, sobre todo en instancias donde los escenarios los cuadra el hombre, donde las relaciones extramaritales sólo pueden ocurrir en presencia y con consentimiento y goce del hombre, incluso si esa presencia es omnisciente, ya que podría parecer que el hombre no está en todas las interacciones sexuales de su pareja con otros hombres, pero después llega el momento de la intimidad en donde el hombre ejerce su poder de manipulación de manera automática, como suele ser la normalidad en la sociedad patriarcal que buscamos destruir.

Entonces, en esa intimidad de pareja el hombre abierto que apoya la liberación de su mujer le pasa factura, y las aventuras sexuales de su pareja se vuelven violentando su privacidad, abusando de ella, atravesándola desde lo más íntimo de sus placeres, dándole sentido a todos los revolcones sexuales que implicaban otros penes que no eran los de su pareja, y ella le cuenta de todos los hombres, ella le confiesa cómo se ponía su cuerpo, cómo se excitaba, da detalles, y en los detalles quien aparece oculto es ese hombre, su pareja, con su pene, de disfunciones eréctiles y de eyaculaciones aburridas, por fin erecto, y la penetra hasta eyacular, feliz de saber que sus inseguridades homoeróticos de deseos heteromachistas quedan ocultos tras un discurso liberal o de izquierdas, siempre posmo.

Pero, ¿si la monopolización implica la eyaculación, por qué habrían inseguridades homoeróticas?

Porque la monopolización del goce se ve enfrentada ante la estimulación sin mediación del pene. Cuando un hombre ve a una mujer no se cuestiona dónde está el placer, porque la mujer no tiene –desde su ignorancia heteroinfinita– eyaculación, la mujer sólo tiene cavidades, huecos y protuberancias. ¿Pero cuál es el goce homosexual? Al hombre heterocis se le hace más complicado no reconocer a otro hombre como alguien de placer, igual que él. De ahí que el planteo sean inseguridades homoeróticas y no deseos o anhelos homoeróticos, porque la inseguridad es de lo macho, son inseguridades homoeróticas de lo macho.

A raíz de sostener la lógica capital de la victoria en la derrota ajena, esa lógica que permite no enfrentarse a toda la desgracia que hay que cambiar en el mundo –es mucho más «cómodo» no cambiar nada, porque si no «habría que» cambiarlo todo, y el fatalismo latinoamericano del que hablaba Martín-Baró nos dice que si no se puede cambiar nada menos se puede cambiar todo, pero más allá de la disgregación academicista decíamos que–, para sostener la lógica de la victoria y la derrota alguien tiene que ganar y alguien tiene que perder, entonces, es como si cada eyaculación sumara puntos. Pero sólo son válidas las eyaculaciones verdaderamente placenteras, las eyaculaciones por penetración o pene-imposición. Y esas eyaculaciones tienen cierta calidad, como el sistema de educación competitiva del capitalismo, de puntajes y de escalones.

Es más sencillo competir cuando se mide una sola cosa, como la eyaculación, entonces una eyaculación por penetración es un punto completo, con más o menos mérito dependiendo de dónde se penetró, y así con otras variantes de la competencia, como «calidad» de la mujer, o cantidad de mujeres presentes, o las circunstancias en las que se llevó a cabo la eyaculación, etcéteras. E igual que en la dupla judicial-económica de nuestra sociedad, las trampas solamente se toman en consideración en determinados contextos y ante problemáticas específicas, mientras las cosas se mantengan en cierto silencio y en cierta calma, pues, la mayoría de las eyaculaciones serán aprobadas sin ser puestas en duda, sin interés de escrutinio o de cuestionamiento, porque todos estarán con las barbas en remojo. Y los que no respeten las reglas del juego serán contemplados en desacato.

Te invitamos a estar atento de todo los artículos que Dasenius viene preparando para ti en Las Comadres Púrpuras

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3 Comments

  1. Coye tremendo artículo de las comadres, me ayudó a entender una vainas pero hay otras que ni leyéndolo dos veces. Espero hagan algún foro a ver si voy con mi esposa y aprendemos un poco del comadreo de las camaradas.

    Un abrazo!

    • Hola Leander ¿cómo estás? Cualquier duda permítenos saberlas para siempre mejorar y optimizarlas, para así siempre ir de la mano.
      Abrazos!

    • Hola, Leander.
      Estupendo que te haya enganchado el texto y el tema. Nos nutriría mucho también poder saber cualquier aporte que te surja al respecto, como apuntan Las Comadres, ya sea una duda, una crítica o una pregunta sobre algo que pueda trabajarse para la próxima.
      Saludos,
      Daseinus

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