Bitácora de una experiencia cooperativista (parte IV)

En nuestro segundo día en Sanare tuvimos el placer de conocer dos experiencias llenas de naturaleza, pasión y creatividad. Una demostración palpable de que lo único que necesitamos es voluntad y ganas; una muestra más de que no se necesitan grandes cantidades de dinero y de que nuestros conocimientos son un gran tesoro.

Bioconstrutores de sueños

San Mateo es un caserío en Sanare que tiene una población de 74 familias. Para hacernos una idea, se parece mucho a la Colonia Tovar o al Jarillo, hace frío y tiene una vista increíble. 

 

La historia de los bioconstructores de sueños empieza en 2016, el momento más difícil de la historia reciente del país, que no solo fue una crisis económica y de escasez de alimentos, sino de una profunda tristeza colectiva por no saber qué hacer o cómo salir de la dura situación que estábamos viviendo.

 

En esos días Rosa Elena, una de las fundadoras del colectivo, tuvo un momento de iluminación al escuchar un programa radial que hablaba de mover las energías del hogar redecorando y utilizando objetos en mal estado o desuso para reciclar y reacomodar no solo la casa, sino liberar un poco la tensión del momento crítico en cuestión.

A ella se le ocurrió unirse con sus vecinxs y mejorar los alrededores de las casas con las plantas medicinales y florales que tenían a la mano en ese momento. Además, hay que recordar la terrible situación de la distribución de gas que afecta al interior del país y que para ellas no fue un impedimento, porque se las ingeniaron para no tener un fogón común y corriente que botaba humo por doquier, sino que construyeron unos fogones con estilo, dentro y fuera de la casa y hasta decorados con los pigmentos naturales de las montañas. 

 

Rosa Elena nos cuenta que pensaron que redecorar la casa no era suficiente si: “al abrir la nevera no tenían nada que comer. Vamos a volver a la crisis”. Entonces, hicieron un diagnóstico en la comunidad y determinaron que la cría de gallinas ponedoras era un práctica perdida, porque de 74 familias solo 2 tenían gallineros activos. Y se preguntaron: “si hay condiciones para tener gallinas, ¿por qué no tenemos las gallinas?” Además, en la zona hay vegetación para alimentar a las gallinas sin tener que comprar alimentos industrializados. Por lo que decidieron hacer gallineros bonitos en todas las casas para comenzar de nuevo con la cría.

 

San Mateo es una zona hortícola por lo que decidieron también, en comunidad, comenzar a sembrar de forma orgánica y ecológica de manera progresiva para cuidar la tierra y sus nuevos alimentos

Turismo, cuidado y autocuidado

Una de las ideas que giran en torno al poblado “es que en San Mateo no hay nada para ofrecer” y en una reunión con cultorxs, pintorxs, sembradorxs y conocedorxs de plantas de la zona decidieron hacer proyectos a corto, mediano y largo plazo de lo que podían hacer en conjunto para mejorar la vida en la comunidad. 

 

Pero la cosa no quedó solo en redecorar, reciclar, criar y construir. Luego en una conversación pensaron que podían ofrecer sus servicios a otras comunidades, porque el espacio se presenta atractivo para el turismo. Por lo que hicieron un censo de cuántas casas tenían habitaciones disponibles, quién tenía almohadas, sábanas y cobijas para colaborar y hacer una especie de posada colectiva. Por ejemplo, en la casa de Rosa se pueden hospedar de 2 a 4 personas.

 

Las habitaciones no son habitaciones convencionales, sino que reciben el nombre de nido para hacer referencia al campo. Estos nidos están identificados con aves como: azulejo, guachara, paraulata y demás aves que son parte de la zona. Cada bioconstructor escogió el nombre del ave de su preferencia. Estos nidos se decoran para dar el ambiente de calidez, protección y seguridad de la casa de los pichones de aves.

 

Unos meses después, decidieron probar la idea y regalaron a un grupo de maestras y maestros de Sanare un fin de semana en San Mateo, donde descansaron, tuvieron contacto con la naturaleza y lo mejor de todo fue que no tuvieron que hacer nada esos días, solo ser atendidos, relajarse y autocuidarse. Ofrecieron a las y los maestros los nidos, masajes relajantes con arcillas, baños con aceites naturales y comida saludable, nutritiva y sabrosa.

 

La información sobre esta iniciativa no tardó en expandirse y reciben huéspedes, que deben reservar, con 3 días de antelación para condicionar los espacios y preparar las actividades y los menús. No tienen tarifa fija de costos, porque depende la cantidad de personas y los días que vayan a estar en San Mateo, además, también se puede ir solo a pasar el día y a comer rico o hasta dormir en carpas en los patios bien cuidados de los miembros del colectivo.

 

Los bioconstructores no tienen una sede: “porque cada casa de un bioconstrutor de sueño es una sede”. En el colectivo hay 10 casas activas actualmente, aunque toda la comunidad participa de las actividades de forma directa o indirecta. Hacen reuniones mensuales para verse, compartir, saber cómo están y organizar actividades a futuro.

 

Les mostramos en este vídeo, gran parte del compartir cautivador que tuvimos junto a Rosa. 😀 

 

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