Aykut Aydoğdu

A pesar del duelo seguimos pa´lante

El duelo  es, por lo general, la reacción a la pérdida

de un ser amado o de una abstracción equivalente:

la patria, la libertad el ideal, etc.

Freud. Duelo y melancolía.

La cotidianeidad actual nos recuerda tiempos pasados, mejores y difíciles. Hoy la vida en Venezuela nos hace debatir entre el perecer y la lucha ardua por la sobrevivencia. Y muchxs no están, no sobrevivieron, murieron de inanición. Nada fácil de sobrellevar, porque la sobrevivencia contempla satisfacer al menos, aunque no es suficiente, dos necesidades básicas: la alimentación y la salud. Si no te alimentas bien y gozas de buena salud o al menos tienes acceso a los medicamentos necesarios según tu condición médica, entonces ¿Cómo es que puedes sobrevivir?. No lo sé.

Hablar de las necesidades básicas es tomado por algunxs como si fuesen temas banales y nos colocan en un lugar de estúpidas muchachitas ignorantes, contrarrevolucionarias que no saben nada de la vida. Cuando hablamos de lo cara que está la comida, no falta algunx que salga con su extraordinaria receta vegetariana o vegana pavoneándose y dándose aires de ingenio y creatividad, como que si después de 4 años de crisis alimentaria y humanitaria ninguna de nosotras jamás haya hecho algunas de esas recetas y nos hemos triturado la sien para inventar qué comida hacemos distinta, aparte de caraotas y lentejas, para nosotras y nuestrxs hijxs. O sale alguien a darnos lecciones de moral revolucionaria y exhortarnos de lo agradecidxs que debemos estar por el CLAP ¡vaya estrategia para “dignificar” y paliar el hambre! ¿O más bien una política pública? Eso me da más tristeza que sea una política de Estado. O nos arremete con su sinsentido a decirnos que el CLAP es un beneficio, porque en la calle los productos básicos son más caros y porque éste es el único gobierno que nos ha dado algo.

No falta alguien que proponga hacer hamburguesitas de lentejas etc, como si ya esa idea no estuviese trillada, y formara parte de la estrategia cotidiana para sobrevivir. No falta algunx que nos acribille con sus lecciones revolucionarias de cómo mantener la calma ante la crisis alimentaria, mientras ante nuestros ojos mueren niñxs por desnutrición.

(CLAP Oficial)

(CLAP Oficial)

En el área de la salud nunca falta uno/a que nos restriegue en la cara las infinidades de infusiones y brebajes que le salvaron a la vida a algunos de sus familiares, y yo me pregunto ¿la gente con diabetes, cáncer, VIH, la gente que convulsiona y tiene trastornos mentales, difteria (enfermedad controlada en el siglo XIX y que volvió a aparecer), por solo citar algunas, puede aplacar su enfermedad y curarse con infusiones, brebajes y pastillas de valeriana? No faltará una/o que nos insulte y nos dé una bofetada diciéndonos que sí.

No faltará algunx que nos dé lecciones de moral revolucionaria, chavista, socialista madurista y de izquierdosxs mientras vive en casa propia en el este de la ciudad o en cualquier zona de la capital y recibe dólares de su papi y mami que viven en el exterior. Estxs son lxs peores, son lo más dizque revolucionarixs y lxs más agresivxs “socialistas”.

Ni hablar de lo caro que está el champú y el jabón: “eso es una banalidad”. No faltará unx que responda: “la gente no necesita champú ni jabón, porque en las sociedades precoloniales no se usaba jabón y la gente vivía muy bien” Obvio ya no somos precoloniales somos hijxs de la modernidad les guste o no, Además el champú y el jabón forman parte de la higiene corporal, es decir no puede ser una banalidad. Peor aún, ni hablar de las toallas sanitarias. Después de señalar una realidad que nos pasa a todas y más aún a las más pobres, nos cayeron encima, nos insultaron, nos dijeron que estamos a favor de la P&G, nos reclamaron el hecho de no usar la copa o toallas ecológicas, como si ambas fuesen alternativas para toda la población. Y quisiera destacar, yo uso la copa: la compré hace mucho tiempo creyendo que era la panacea y la gran solución para mí y resulta que la copa no me funciona porque no me queda totalmente arriba y siempre estoy manchando las pantaletas (que cuestan un millón de bs y el metro de tela también) y me molesta al caminar porque me roza los labios externos, y sé de mujeres que les va de maravilla pero a mí me va de la cagada, y sin embargo aguanto el dolor que me causa mientras camino porque no tengo 400 mil bs para pagar unas toallas sea la marca que sea (que es lo menos me importa), y las ecológicas no puedo tenerlas porque soy de luna abundante y requiero estar lavándolas todo el tiempo.

Ese tiempo tal y como es usado hoy en día producto de la modernidad, de

Copa menstrual

Copa menstrual

vaina y me deja algunos minutos para regar las plantas de mi casa. Y ya vendrá alguna hippie pachamamística a insultarme y decirme que no soy lo suficientemente hippie, que no soy inteligente y que las pobres tampoco lo son para aprender a sobrevivir. Pero mi realidad no me permite pasar horas de mi tiempo lavando a mano, además no tengo jabón, y no por ello soy menos mujer, menos trabajadora y menos revolucionaria.

Y así sucesivamente no hay queja que sea solapada a bofetadas con la solución de alguna persona ingeniosa y más inteligente que sí logró salir airosa momentáneamente de su crisis. Ahora la moda es que te zampan una foto de un niño palestino ensangrentado como para que te quedes callada y no te quejes de que tu hijx no tiene qué comer, ni dinero para el pasaje para ir al colegio y ni tiene zapatos. Pero ninguno de ellxs enseña las fotos de Diosdado, Maduro, Cilia, Iris Varela, Delcy y pare usted de contar, con sus exorbitantes kilos de más, y vestidxs con Giorgo Armani que en nada se parecen al pueblo.

Ando de duelo sí. El duelo por la muerte de un ideal, el duelo por un gobierno que prometía ser revolucionario y al que aposté gran parte de mi vida. El duelo por haber perdido la esperanza en que estaríamos mejor. El duelo por haber perdido la confianza. Perdí la fe. Y ahora tengo que calarme que los ultra mega revolucionarixs más chavistas que Chávez vengan a reclamarme que no soy lo suficientemente revolucionaria, que mis ideas son superficiales en comparación al gran bloqueo que el imperio nos tiene; que pasaremos hambre pero seguiremos defendiendo la revolución, y yo me pregunto muy adentro, sin ni quisiera tener la ocurrencia de preguntar hacia afuera ¿Cuál revolución? Pues mi pregunta queda atrapada en la duda, en la incertidumbre y en las imágenes de mujeres pariendo en las sillas de los hospitales y de mujeres, niñxs y hombres comiendo de la basura.

Perdí la fe sí. Estoy de duelo porque ni siquiera mi trabajo como profesional me alcanza para vivir. ¿De qué me sirvió estudiar? ¿Valdrá la pena enseñarle a mi hijx que es muy importante estudiar o tener algún oficio? o ¿tiro la toalla y le digo que para vivir bien necesita ser comerciante o bachaquero o estar enchufado en el gobierno? No sé, la moral en estos días anda frágil, muy frágil.

Perdí la confianza en este gobierno y ahora es un delito perderla. ¿Debo aceptar ahora ser objeto de burlas e insultos? ¿No tengo derecho a cambiar de opinión? ¿Es que mi afección por el gobierno tiene que durar toda la vida? ¿No querer a Maduro significa ser escuálida, ser apátrida, hija de María Corina, hija de Trump y maldita? ¡Vaya, cuánto daño nos hizo Chávez con su célebre frase: “el que no está conmigo está en contra de mí” Ni siquiera él sabía las dimensiones y consecuencias de sus palabras, nosotrxs no lo sabíamos ¡y ahora en lo que ha devenido! Ha devenido en una convivencia fracturada, violenta, agresiva -porque la gente no se escucha e impone sus opiniones a la fuerza-, antisolidaria, paranoica, desmembrada.

Hugo ]Chávez. Fuente: El Estímulo

Hugo Chávez. Fuente: El Estímulo

Aun así, a pesar del bloqueo imperialista, de las malas decisiones del gobierno, de la improductividad en la que está subsumida mi patria, de la ausencia de efectivo, del desfalco a la nación que tiene nombres y apellidos (rojos rojitxs), de todas las empresas y tierras expropiadas por Chávez que no sirvieron de nada, de la imposibilidad de transportarnos a nuestros trabajos, del incremento de muertes maternas y femicidios, del alto nivel de desnutrición, de los 120 neonatos fallecidos hasta febrero, de la imposibilidad de acceder a alimentos, medicinas, métodos anticonceptivos, ropa, zapatos, champú, pasta dental y jabón. Aun así somos un pueblo que resiste ¡Y vaya que resiste! Más bien se resiste a ser parte de esa falsa moral revolucionaria, una patología que nos coloca de enemigos al propio pueblo,  cuando lxs enemigxs son otrxs. Pero ¿Cómo se resiste? Lo que yo veo en la calle es que la gente intenta rescatar la solidaridad, la amabilidad, el respeto por la opinión del otro/a aunque no esté de acuerdo, cambia artículos de primera necesidad, estira la comida hasta más  no poder, dejó de comer carne, margarina, huevo, queso, se ejercita, busca compartir con amigxs o familia, intenta hacer cosas para levantar su dignidad como: tomarse un cafecito, una birra, comerse una empanadita aunque se queden pelando, pues a estas alturas de la vida la dignidad no nos da para ahorrar así que un buen gustico no está de más. Y así le vamos dando a la vida, y a pesar de que muchxs esperan un estallido social la gente resiste, se resiste, sigue trabajando y echando pa´lante.

Editorial: Las Comadres Púrpuras

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