Luego de salir de una noche algo atareada del Bunker (también conocido como Las Lapas), por el Boulevard Panteón, -sinceramente un lugar muy peculiar dentro del Centro de Caracas, este rescata la identidad de cualquier taguara de los estados Apure o Barinas, mezclado con un toque de Italia por sus ricas pizzas-. Típico de estos espacios, es que se echan unas buenas partidas de dómino y las cervezas son bien frías y baratas. “Las mascotas” de estos locales que son un gallo y una lapa, sanan su sed con el orine de los borrachos y borrachas de todos los ministerios que quedan en las adyacencias de ese lugar. Quienes conozcan el lugar, saben de que hablo.
Salimos enfurecidos🔥, como cualquier pareja intensa de la izquierda caraqueña, y terminamos metiéndonos en un hotel que nos gustaba bastante, cerca de la Plaza Diego Ibarra. Tuvimos una noche acalorada y destructiva, como solo dos seres intensos e inteligentes lo podían hacer. Éramos intensos para todo, sobre todo para tirar. Era otra cosa cuando tirábamos, quedábamos siempre exhaustos, sin energía, sin palabras, quedamos como muertos. Eso era lo único positivo de nuestra intensidad.
Luego de aquella noche de amargura, teníamos que aprovechar de agarrar calor en la mañana. Una buena reconciliación mañanera, donde disfrutáramos cada segundo. Todo esto antes de que nos botarán del hotel. Teníamos que dejar sobre las sabanas el sudor y los flujos que la noche anterior no logramos dejar. Entre nosotros cualquier camino llegaba a Roma, gozábamos mucho, sin prejuicios a la hora de entablar relaciones manuales e invasivas dentro de cada uno de nuestros cuerpos.
Es así como le digo en pleno acto de reconciliación -Métemelo por detrás. Eran las 5:30 de la mañana aproximadamente y él prosiguió el camino ordenado sin refutaciones.
Hubo un momento que decidimos parar, para cambiar de posición. Todo el cuarto era muy, pero muy oscuro, así que el reconocimiento del cuerpo era por tacto y olfato. De repente, él prende la luz, yo me volteo y ambos nos miramos, los dos arrodillados en la cama nos echamos a reír. Todo su pene estaba lleno de contenido fecal de mi ano. Era como una barra de chocolate. Allí me mira y dice entre muchas risas
–Literalmente me cagaste el palo, pana.