Siempre escuché que tenía que ser una mujer | De mi femenino a mi feminismo
Le pregunté a mi amiga ¿Cuándo te declaras feminista, cuándo te aceptas como una de ellas y en qué momento llega esa decisión? No puedo olvidar el rostro de mi amiga de sorprendida. Les pregunto a ustedes ¿No les ha pasado? Saber el momento justo, algunos dirán momentos de conciencia de iluminación que te hacen accionar hacia una causa.
Yo particularmente nunca me consideré feminista pero de pequeña gritaba por las injusticias y la primera fue cuando observé como mi padre menospreciaba a mi madre, la disminuía a un ser sin identidad, le cuestionaba el no haber terminado de estudiar y que ella dependía de su economía, a sabiendas yo, que mi madre era una obrera de la industria capitalista del textil, que era una inmigrante y nos levantó haciendo horas extras, horas a la asignación de roles para cumplir como esposa, madre y mujer obrera.
Si alguna feminista me hubiese dicho que haberme rebelado frente a mi padre era un acto feminista, un acto rebelde al patriarcado les podría decir que era una quinceañera bien rebelada, lo que no sabía yo era que a partir de allí el camino era largo y que no iba a parar sino por el contrario se iba a profundizar.
De mi cuerpo de mujer a las lágrimas
Mi vida sexual, amorosa y afectiva siempre ha sido una especie de montaña rusa, como me he desgarrado dándome como un saco de boxeo con el amor siendo totalmente complaciente con ellos, ocultar en silencio mi bisexualidad porque lo heterosexual es lo “normal” o como me salvé en dos oportunidades de que me violaran, el golpe que le di al tipo cuando se aprovechó esa noche de que estaba ebria y mientras tocaba mi cuerpo, mis senos sin mi autorización con mucha fuerza, o de aquella mañana que un tipo me siguió mientras yo aceleraba el paso pero me alcanzó, forzó mi brazo mientras me empujaba, y me decía:
-Si gritas te voy a violar más duro –Nuevamente grité y me salvé-
A mí siempre me habían dicho que las violaciones no solo se hacían en contra de las mujeres y que el mundo estaba lleno de violencia y violaciones, pero una feminista me hubiese dicho que el porcentaje de violencia que siembra el mundo de la cultura machista cae inmediatamente en la mujer, las niñas, niños y personas LGBTI perpetuándose en violencia de género seguramente la hubiese entendido, me hubiese abrazado después de correr conmigo por la calle al darle un golpe entre sus piernas aquel tipo que me amenazaba, que se imponía por la fuerza, mientras me manoseaba, seguro esa feminista que me acompañaría sabía de defensa personal de esas que aplican llaves, por suerte la mía le di en las bolas sin ser feminista.
Llorar siempre ha sido para mí fácil pero para mi hermana no. Recordar cómo se llenaba de arrechera e impotencia al salir de la cátedra de cuántica porque era la única chica y de la cual cuatro pendejos la invisibilizaban porque según ellos las mujeres no saben mucho de ciencia o matemática que es normal para ellos interrumpir con su opinión y hasta intentan iluminar el discurso de mi hermana por la sencilla razón que es mujer, verla llegar a casa llorando por ellos, me llenaba de una impotencia que posteriormente se convertía en sororidad y complicidad al reírnos porque días después fue la única que logró dar con la respuesta a la fórmula matemática frente a los machitos privilegiados del sistema, así me lo hubiese dicho una feminista seguro se hubiese sentado con nosotras a reír a carcajadas, mientras nos burlamos y remedamos sus actitudes.
¿Cuánto me faltó de feminismo? Al no demandar al señor presidente de la fundación al cerrarme el contrato laboral porque no me acosté con él, se decía en pasillos que le gustaba raspar carajitas y luego subirla de puesto en muestra de aceptar su propuesta, pues no era un chisme de pasillo era cierto, la propuesta se me hizo llegar y nuevamente grité pero me faltó voz, esa voz de denuncia, de esas feminista que ponen la cara al denunciar violencia, acoso en la sociedad, en cambio me quede en la calle y silenciada.
Me ha faltado voz aquel día que llegué antes de hacerme la citología y el ginecólogo empieza con un supuesto “chequeo” pero resultó que lo normal no es que te pidan desnudarte frente a él y que solicite que te coloques en posturas poco médicas, que te vas sintiendo incómoda, nerviosa y después de salir de allí ¿Una se pregunta qué coño pasó, se supone que es el médico? Aquí una feminista me hubiese dicho ¿Qué pasó mujer? Que has sido abusada esa es la verdad, mientras se toma un café conmigo en la mañana.
Vaya que me ha pesado la maternidad ese constructo social casi mítico, cuando te dicen que podrías ser mala madre, por decir que estas agotada de amantar, de días sin dormir y de las horas que requiere una maternidad, unos dirían quien te manda a parir y abrir esas piernas, otros me dirían:
¡Vamos mujer madre, luchadora incansable!
Mientras tanto sigo haciendo ejercicios pélvicos porque innecesariamente y sin mi consentimiento se me hizo la episiotomía, pues el doctor ya estaba molesto porque duré más horas de lo “habitual” pariendo y esa postura tan incómoda al parir, una feminista que quizás también es una doula se sentaría al lado mío hacer los ejercicios pélvicos mientras me dice que tuve una mutilación genital y que para nosotras es un delito de salud y derechos humanos, tiempo después sigo haciendo mis ejercicios diciéndome:
¿Cuánto me ha faltado de feminismo?
No pensaba quedarme un día más con un hombre que me pegó, nunca me reconcilié con ello y grité nuevamente. Si. El padre de mi hijo me pegó, todavía me duele los morados que me dejó al llegar ebrio y preguntar dónde estaba la comida, mientras yo me molestaba y terminó pegándome entre su ebriedad.
Las feminista tratan estos episodios con cuidado, me dirían que los golpes al principio no son físicos, sino que va decreciendo hasta completar el círculo del femicidio, me daría la mano y me animaría a salir de ello, me creerían lo que estaba viviendo, no me juzgarían, porque las mujeres que hemos sido golpeadas nos da vergüenza hablar de ello, en cambió me tocó hacer de tripa corazones dejar a ese tipo, llorando meses entre volver y no volver, a la final era el padre de mi hijo, pero me pudo mi fuerza interna algo de esa mujer feminista que llevo dentro fue la que me abrió la puerta e hizo la maleta conmigo mientras lloraba y fue ella que agarró mi hijo de la mano y salimos de allí. Nunca regresé con él, eso sí no le dije a nadie lo que estaba viviendo por vergüenza, me faltó a mi lado un Yo si te creo.
Admito que me ha faltado feminismo y de cuidarme fue tiempo después de dos abortos, una maternidad decidida, un ETS, dos intentos de violación, acoso laboral, una episiotomía y par de golpes cuando empecé abrazarme, cuando una mujer pasa por diferentes violencias una se dice:
¡Mierda que jodidamente está el mundo!
¿Qué piensas hacer al respecto?
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