Cuando Twitter se convierte en el lugar para hacer visible la denuncia sobre violencia, es porque se agotaron todos los medios y mecanismos para hacer justicia en lo interno de las organizaciones, grupos, colectivos o movimientos.
No acompañamos prácticas arbitrarias, ni de intimidación, amenaza o agresión en el seno de espacios que deberían ser seguros y para el cuidado de todxs.
Creemos en la reparación de los vínculos siempre y cuando esté mediada por la autocrítica, escucha, reconocimiento y el respeto entre todas las partes involucradas. Por ello mantener los espacios de cuidados, comunicación y de encuentro son fundamentales.
Equivocarse es de humanxs, pero corregir es de sabixs; sin embargo, cuando el comportamiento es reiterativo acumulando indignación, haciendo sentir a las demás personas excluidas de espacios de debate en causas justas, solo quedan los comunicados como el mínimo gesto político para cuestionar y denunciar el maltrato hacia lo común (la dignidad principalmente) que pueden prevalecer en luchas que han sido históricas en los territorios.
En Venezuela se vive una crisis sistémica que atraviesa a la sociedad, y más, a aquellas que con mucha voluntad y esfuerzos, dan todo frente a violaciones y atentados hacia la vida digna que se organiza desde el Estado.
Por lo tanto, Las Comadres Púrpuras consideramos que para generar espacios armónicos, libres para el debate desde diferentes delanteras como de contrapeso frente a estas irrupciones a lo común-colectivo, solo existe la reparación como disculpa y no la amenaza e indiferencia generando mayor indignación y violencia a lo interno. La reparación debe ser dialogada en la amplitud misma donde converge lo común.
En Venezuela los espacios de las redes sociales se han convertido en lugares para la denuncia, expresar los malestares y hasta desde las utopías imaginar la construcción de un tejido social venezolano que aún se encuentra desquebrajado y adolorido, pero con ánimos de resarcir la falta de comunicación, puentes y diálogos; más allá de agendas partidistas internacionales, posturas hacia las instituciones públicas o privadas. Hay un pacto que en cada uno de estos sectores (donde tienen su jerarquía mediada por los recursos económicos) se han mafializado con la hegemonía patriarcal, colonial y capitalista que administran el poder en sus diversos formatos: de lo público y lo privado, donde usan a muchas organizaciones para explotar y tercerizar su trabajo, creatividad, ideas, cuerpos: identidades.
Estamos conscientes de que en este país existe la transfobia, la homofobia, la bifobia, lesbofobia y otras marginaciones por las identidades de género como orientaciones sexuales, así como también discriminaciones culturales asociadas a lo que se conoce como los roles de géneros impuestos por el sistema mediante la división sexual del trabajo, mercantilizando los cuerpos según un sistema binario (hombre-mujer) donde socialmente se han construido privilegios alrededor de una masculinidad hegemónica representada en un hombre elitesco y dominante, heteronormado, conservador, explotador con los medios de producción, casado, con mucha descendencia, sin responsabilidad afectiva y con los tráficos de influencias necesarios para lograr el ascenso social.
Lo que está al margen de estas relaciones sociales de explotación es la esposa-madre-mujer: elitista, heteronormada, reproductora, conservadora, empoderada por y para su familia, abnegada cuidadora, explotada y sacrificada para alcanzar los estándares consumistas de belleza, sumisa y obediente a la jerarquía (lo que está normado es lo que es). Lo que está fuera del margen es discriminado, inferiorizado, negado, reprimido, minimizado. Estos ideales tienen capacidad de adaptabilidad, siendo reproducido mediante las instituciones vinculadas al poder (religión, gobierno, instituciones, mercado, sociedad, cultura) donde el objetivo de sostenimiento está mediado por la jerarquía que mantiene y profundiza la desigualdad y la clientelización de la comunidad.
Frente a estas imposiciones nos rebelamos juntxs, acompañándonos y poniendo límites a la violencia desde una mirada interseccional, intuitiva, despatriarcal, decolonial, sensible, afectiva y sanadora.
Si hay prácticas que descuidan el sostenimiento de los espacios internos, frente a la resistencia que tenemos ante los sistemas de explotación, y estos se asoman dentro de la misma comunidad en lucha, entonces el llamado es a la reflexión y a la interpelación de la emociones, de pedir disculpas y de que juntxs hagamos respetar los derechos fundamentales de las personas, así como también poner límites a la indiferencia que es cómplice de la violencia.
No toleramos las amenazas
No toleramos la injusticia
No toleramos la violencia
No toleramos la discriminación
Nos juntamos por la
SALUD, GOCE Y LIBERTAD COLECTIVA