Afiche Manzanoarte Festival.
Por Ketsy Medina. Manzanoartes una fundación dedicada desde el año 2018 al trabajo artístico-comunitario enfocándose en tres aristas a saber: la Escuela de Circo Social en la que niñas, niños y adolescentes de las montañas de Carayaca, específicamente de las comunidades de Manzanillo y Tarmas se forman en artes escénicas; el Festival Social de Artes que este año va por su 3era edición y la Plataforma de Artes Circenses Venezolana que agrupa a un conglomerado de personas que volcaron sus vidas al campo de la gestión cultural.
Para este año la fundación programó una serie de actividades que pretenden dar continuidad a su misión, la cual ha consistido en difundir y promocionar las artes escénicas como herramienta de transformación social desde los ámbitos de la recreación, la formación, el intercambio de saberes y el desarrollo cultural comunitario; es por ello que del 11 al 20 de marzo del 2022 en su 3er Festival de Artes Escénicas contemplaron como de costumbre en su programación presentaciones para el disfrute del público, encuentros comunitarios y aulas de aprendizaje para la profesionalización artística.
Escuela de Circo Social Manzanillo 2019. Foto Ketsy Medina.
¿Cómo llega Manzanoarte hasta Altagracia de la Montaña?
Una agenda apretada previa a los días que este año contempla el Manzanoarte Festival 2022 no fue impedimento para que Los Babuinos Zorybel García y Luis Bogado artistas venezolanos con amplia trayectoria nacional e internacional y fundadores de Manzanoarte aceptaran la invitación de Las Comaes Andantes, colectiva de mujeres comunitarias, libres y emancipadas a visitar esta parroquia mirandina en la que vienen tejiendo la juntura de mujeres rurales desde finales del año 2020.
Las comaes andantes feministas comunitarias y profas de la Escuela de Circo Social Manzanillo sirvieron de puente conector para que el taller introductorio de artes escénicas dirigido a niñas y niños de las comunidades rurales del Pegón, La Concepción y Las Oficinas fuera posible. Gracias a la relación establecida entre la fundación y la colectiva basada en la colaboración, la autogestión y la reciprocidad, el encuentro entre comunidades permitió mostrar una vez más cómo el circo social puede convertirse en una herramienta educativa poderosa y amorosa para la transformación social.
Luis Boada junto a los niñas y niñas de Altagracia de la Montaña. Foto Ketsy Medina.
¿Cómo se organizó la comunidad para garantizar la producción del taller y el recibimiento de Los Babuinos?
Las transformaciones son posibles en buena medida cuando las personas que hacen vida en una comunidad asumen la responsabilidad de gestionar los cuidados del colectivo y de los bienes comunes en conjunto. El proyecto civilizatorio occidental por décadas ha venido rompiendo con estas dinámicas sociales y culturales practicadas desde hace siglos por nuestras ancestras.
La modernidad ha vendido la idea de que nos salvaremos individualmente y que el éxito es posible en solitario, a este modelo de pensamiento se suma la gestión de gobiernos paternalistas que con mayor énfasis en nuestro sur global se han encargado sistemáticamente de infantilizar a nuestras poblaciones, misma dinámica reproducida por innumerables instituciones internacionales que actuando como organizaciones no gubernamentales se alimentan del empobrecimiento y la carestía como formas de enriquecimiento empresarial.
En Venezuela en particular siguen existiendo las figuras de los consejos comunales, los cuales tienen como objetivo ejercer de manera directa la gestión de las políticas públicas y proyectos orientados a responder a las necesidades y aspiraciones de las comunidades, sin embargo la realidad va mostrando que el ejercicio participativo y protagónico está muy alejado de lo que en la ley se estipula, dando lugar a instancias en las que la dinámica sigue siendo “seguir las orientaciones aguas abajo” de la agenda gubernamental, lo que aunado a lo descrito en el párrafo anterior complica el panorama.
En medio de este escenario en el cual la organización comunitaria se ve debilitada, realizar el ejercicio de recuperar la seguridad en nosotras mismas, confiar en nuestras capacidades, creernos suficiente, hacer escuchar nuestras voces, perder el miedo de disputarnos el espacio público y abrirnos a la posibilidad de aprender y asumir nuevos retos ha requerido un trabajo de a pulso, lo que ha llevado a incorporar dinámicas en las que frente a una actividad comunitaria, es necesaria entre otros elementos, asumir la distribución de responsabilidades considerando el tiempo, los recursos y las formas particulares que cada una de sus participantes esté dispuesta a dar.
Luis Boada junto a los niñas y niñas de Altagracia de la Montaña. Foto Ketsy Medina.
Para este taller introductorio de artes escénicas se realizaron visitas en cada una de las casas en las que hiciera vida una niña o un niño de 6 hasta un o una adolescente de 12 años de edad; se utilizó el censo en el que se tiene el registro de las personas que han participado de otros eventos, herramienta que ha permitido mayor eficiencia; el número de personas incluidas ha venido creciendo en la medida en que se han incorporado mujeres de otras comunidades cercanas.
Iris Blanco mujer rural y madre de tres hijes asumió la responsabilidad de instalar en su casa el punto de inscripción en el cual fueron anotados más de 20 chamos y chamas; Yanfri Romano se encargó de preparar un almuerzo en agradecimiento a Los Babuinos por su visita, así como el juguito para compartir con los niños y niñas, las frutas fueron donadas por un productor de parchitas de la zona; Obdulia Zapata se hizo cargo de las niñas y niños del Pegón que asistieron, además de llevar un jugo para el compartir; en Aguamiel Ketsy Medina y Balmore García asumieron el hospedaje y parte de la logística para alistar el espacio; las madres de las y los participantes del taller hicieron llegar alimentos como cambures, topochos, ajíes, berenjenas, tomates y otros para entregar a les profes como reconocimiento del tiempo y los saberes impartidos.
Estamos empezando apenas, pero esperamos que esta práctica convertida a futuro en dinámica permanente puedan ir surgiendo espacios asamblearios para la toma de decisiones, mientras se va entrenando el músculo en las reuniones de mujeres que tienen como fin practicar y compartir lo aprendido en el hacer colectivo.
Iris Blanco responsable de las inscripciones del taller. Foto Ketsy Medina.
¿Qué podemos decir de las niñas y niños de Altagracia de la Montaña?
La infancia transcurre entre el rio, el bosque, los caminos de tierra y la vida escolar, los juegos están vinculados a cada uno de estos espacios en los que desarrollan capacidades motoras que les fortalecen, muches saben de treparse en árboles y lianas, conocen de plantas y animales, hacen sus canchas para en las tardes jugar a las metras, hacen sus propios juguetes y usan la tierra convertida en barro para entretenerse.
Desde temprana edad estas niñas y niños tienen responsabilidades que consisten en la recolección de madera para mantener vivo el fuego de las cocinas, cargar agua, lavar enseres, ropa y sus cuerpos en el rio, cuidan de sus hermanas y hermanos más pequeños, limpian los patios, apoyan en el cuidado de animales domésticos y de cría, hacen uso de herramientas complejas como machetes y otros, lo que les dota de una fuerza y destreza particular.
Las niñas y los niños de estas comunidades reflejan en su forma de relacionarse las maneras que adoptan los adultos y adultas al momento de enfrentar dificultades, diferencias y conflictos, por ello muchas veces les cuesta socializar, vincularse y acercarse. Más allá de las horas escolares y el tiempo de juegos libres, son muchas las horas que quedan disponibles para ser ocupadas por actividades que potencien sus vidas, por ello cada evento, reunión o actividad en la que pueda restarse tiempo al ocio y la violencia son vitales.
Asumir la responsabilidad de la crianza en estas comunidades pasa por practicar la maternidad colectiva como forma potente del cuidado, pasa por apoyarse y comadrear viendo en cada niño o niña un hije con necesidades educativas, recreativas, morales, emocionales y filosóficas por atender. Una maternidad colectiva frente a una maternidad en soltería, viudez, o en matrimonio pero con un marido ausente, a la que se le suman las demandas de tiempo-trabajo que implica la vida rural podría salvarnos a todas de la demanda patriarcal del ser una “buena madre”
En Altagracia de la Montaña hay niñes que han quedado huérfanos, muchos con padres ausentes, o violentos que agreden a sus madres y a otros miembros de la comunidad, la carencia de servicios básicos como el agua, viviendas dignas, ambulatorios, acceso a medicamentos y salarios justos para sus madres afecta la vida de les pequeñes, precarizando y exponiendo su existencia desde muy temprana edad a diversos riesgos que afectan su salud y desarrollo.
¿Cómo fue la dinámica del taller?
Niña de Altagracia de la Montaña mostrando sus capacidades. Foto Ketsy Medina.
En este taller introductoria a las artes escénicas participaron 13 niñes y adolescentes provenientes del Pegón, las Oficinas y la Concepción, algunes caminaron cerca de una hora y aun cuando une que otre participante no se conocían todes se mostraron entusiastas, alegres, con interés y ganas de participar; se logró una atmósfera tranquila, amena, respetuosa y mucho de ello tuvo que ver con la pedagogía que la profa Zoribel y el profe Luis desarrollaron durante la jornada, también las ganas y la emoción de recibir una clase de este tipo por primera vez en la comunidad puso su plus.
En la actividad las niñas y niños no solo se treparon a un Samán usando la cuerda lisa, aprendieron figuras diversas, también conocieron de los malabares como las pelotas, el uso del hula hoop y de las acrobacias en general, uno de los momentos más emotivos fue el juntarse en círculo para rodear el árbol en el que trabajarían y reconocer su grandeza y trascendencia, se habló del cuidado de la naturaleza y de la importancia de los árboles para garantizar la vida del rio.
Niño de Altagracia de la Montaña mostrando sus habilidades. Foto Ketsy Medina.
Zoribel García junto a los niñas y niños de Altagracia de la Montaña. Foto Ketsy Medina
El inicio del taller arrancó con una presentación para romper el hielo, calentar el cuerpo y prepararse para una jornada que finalizó con la reproducción de videos en los que se mostraron ya en escena a las niñas y niños de la Escuela de Circo Social. Cerramos con la entrega de unos jabones para cada participante y un kit de higiene personal para las organizadoras, los cuales fueron donados por la Colectiva Calistenia cultural, con ello se buscó agradecer de manera simbólica el trabajo y el tiempo dedicado la concreción de estas actividades comunitarias bajo la premisa “nuestro tiempo y trabajo tienen valor y debe ser reconocidos”.
Si quieres conocer más de las actividades organizadas en Altagracia de la Montaña gracias a la articulación de los feminismos te invitamos a leer:
Mujeres rurales dicen NO a las violencias
Las comadronas de la montaña florenciendo por hacer vida en la comunidad
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