Después de años de una crisis brutal expresada en un salario mínimo que por años viene compitiendo entre los más bajos del mundo, la clase trabajadora no logra reencontrarse con una identidad propia, con la autonomía necesaria para expresar sus demandas en la calle sin tener que adherirse a los grandes representantes de la élite política. Nos aguarda nuevamente un 1 de Mayo para legitimar agendas partidistas ajenas a las reivindicaciones de la clase trabajadora y corrosivas para su autonomía.
Un balance de las movilizaciones
En los últimos meses del año pasado (2018) parecía desarrollarse un inminente repunte de la movilización de las y los trabajadores. “Queremos trabajar, no queremos emigrar”, el gremio de las enfermeras y enfermeros, lograron posicionar la lucha por el salario y la vida digna, problematizar el situación estructural del sistema de salud y mostrar una lucha orgánica del sector laboral. Dos meses de Paro y diversas marchas hacia el Ministerio de Salud, lograron unificar a su vez las diversas luchas que se venían gestando a nivel Nacional, Lara, Trujillo, Mérida, Portuguesa, Aragua Carabobo y Falcón fueron puntos de exigencias por las mejoras salariales. Un gremio que a su vez visibilizó la triste situación de los pacientes dentro de cada uno de los recintos hospitalarios. Su lucha se centró en la posibilidad de tener un salario digno igual a la casta familiar.
Después de la eliminación por decreto de los contratos colectivos, en Guayana, Anzoátegui, Barquisimeto y Caracas, se lograron organizar acciones unitarias de los distintos conflictos en curso. Rápidamente empezó la reacción gubernamental, en donde el conflicto recién empezaba varios líderes(zas) fueron despedid@s injustificadamente incluso con fuero sindical. En donde la movilización sindical tenía mayor tradición orgánica como el caso de las empresas básicas de Guayana, el gobierno decidió ir de una vez por el encarcelamiento de los dirigentes sindicales.
La dinámica de lucha ya había logrado constituir diversos espacios para la coordinación de los distintos conflictos en curso. Pero apenas comenzando el nuevo año 2019, la dinámica cambia rápidamente. El repunte del conflicto político con la juramentación unilateral de Juan Guaidó como “presidente encargado” de parte de la Asamblea Nacional, aunque más simbólico que otra cosa, tensionó las fuerzas políticas y sociales hacia una nueva agenda para desplazar al gobierno del PSUV. Una parte importante del liderazgo sindical que había dirigido el conflicto se pliega a la agenda de Guaidó, dejando de lado sus propias reivindicaciones y diluyendo el esfuerzo de acumulación que se había construido a finales del 2018.
Un 1 de Mayo sin trabajador@s
Unas semanas antes del 1 de Mayo, el conflicto político parecía que lentamente volvía a estabilizarse. Mientras baja considerablemente la posibilidad de un llamado directo a la intervención extranjera como última medida de fuerza para desplazar el gobierno, empiezan a sonar cada vez más voces en la oposición e incluso en algunos voceros de los EEUU a favor de elecciones negociadas que supongan la base de una transición pacífica.
El 1 de Mayo sólo cuenta con 2 convocatorias, la del gobierno (el que ha reducido a un mínimo histórico el salario venezolano) y la oposición que subordina cualquier demanda social a la política partidista, es decir a la condición de que su clase política (que no tiene ninguna relación con la clase trabajadora) sea gobierno. Sin embargo el 30 de abril vuelve a abrirse una fuerte polarización con el paso de un grupo de militares a las órdenes de Guaidó y el efecto que dicho hecho generó, renovando el impulso movilizador de la oposición.
Estamos viviendo como nunca antes la precarización del trabajo. La inexistencia de trabajo productivo, el trabajo necesario para enfrentar cualquier crisis, es evidente gracias al éxodo acelerado de 4 millones de venezolanas/os entre las y los profesionales de país, lo que ha ocasionado “una gran fuga de cerebros”. Esto ha traído como consecuencia puestos de trabajo vacíos; una administración pública en ruinas; el incremento de la mendicidad, de los bachaqueros y buhoneros; medianas y pequeñas empresas unas en quiebras y otras casi, en fin, las y los trabajadores de Venezuela estamos subsumidos en la pauperización de nuestra fuerza de trabajo y la pérdida del derecho a un trabajo y un salario digno.
Después de la crisis del rentismo más abrumadora de nuestra historia contemporánea, el mundo social, el mundo del trabajo, han quedado fragmentado y fundamentalmente desvalorizado, en donde los liderazgos más importantes que surgen en cada conflicto rápidamente empiezan a orbitar en la dinámica partidista como única opción para la sobrevivencia entre la represión y la propia debilidad de las organizaciones sindicales, es una mutación infinita de los mecanismo clientelares que ha impedido hasta ahora el desarrollo político del movimiento de trabajadores.
¿Qué nos toca?
Este 1 de Mayo nos obliga a encontrarnos a quienes seguimos luchando por la autonomía de la clase trabajadora no sólo para reorganizar las luchas en curso sino a su vez de un balance correcto de los procesos de lucha de los últimos meses y de la forma en que operan los agentes partidistas para capturar y capitalizar una y otra vez las iniciativas para la auto-organización y lucha de la clase trabajadora.
Un punto importante es ver como la dinámica de la lucha por la autonomía queda diezmada por las negociaciones que se fraguan entre los partidos y el Gobierno, una agenda que no pertenezca a las cúpulas es parte de la reorganización política que la clase trabajadores está empezando a labrar. Parte de la lucha por la autonomía es fortalecer la identidad, sin identidad clara quedamos a la deriva de la audacia populista de los partidos.
A su vez, queremos dejar dicho, que desde Las Comadres Púrpuras creemos que la lucha por la emancipación de las y los trabajadores, pasa también por la liberación de la mujer (y viceversa), la mujer ha sido colocada en lugar de opresión tanto como trabajadora como soporte de la reproducción, por lo que siempre apuntaremos a la unidad de estos dos sujetos en la autonomía de sus luchas.