Por Laclase.info
Caracas, 1 de noviembre de 2018.- El lunes y martes de la semana en curso, en la sala de lectura de la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela (UCV), se desarrolló el segundo simposio del colectivo feminista “Las Comadres Púrpuras”, denominado “Repensar los horizontes del feminismo”.
El evento contó con la presentación de seis ponencias por parte de mujeres feministas: “La mujer radicalmente ‘otra’ en la cultura” de Eleonora Cróquer; “La crisis: situación, derechos y garantías para la mujer en la Venezuela Bolivariana” de Anaís López; “La prevalencia del machismo como estrategia política del sistema estatal” de Luna Henriquez; “Arco Minero, mujeres y resistencia” de Andrea Pacheco; de “Estado de los derechos de las mujeres indígenas en Venezuela” Alicia Moncada; y “La autonomía como principio de lucha” de la Comadre Carreño.
Las organizadoras y las expositoras hicieron un necesario, sincero y denso balance autocrítico de la condiciones de vida de las mujeres que habitan Venezuela (criollas e indígenas) y de las políticas de género de la llamada Revolución Bolivariana. El evento cumplió con creces con su denominación, al avanzar en una reflexión autocrítica acerca de la indispensable autonomía del movimiento feminista del aparato del Estado, y al mismo tiempo reivindicar a los feminismos como pensamientos y prácticas organizadas que se requieren asumir para concretar la emancipación de las diferentes mujeres de las clases dominadas y pueblos y sectores subalternos.
Ponencias:
Lunes:
La jornada de la tarde del lunes comenzó con la exposición de la profesora de la Universidad Simón Bolívar, Eleonora Cróquer. En su ponencia hizo una reflexión feminista del cuento de la escritora brasileña Clara Lispector, denominada “La mujer más pequeña del mundo”. Ese acercamiento literario tenía como objetivo puntualizar y cuestionar la organización de la diferencia sexual en el orden moderno-colonial y en el discurso hegemónico que lo justifica como lo único posible. En ese sentido, el hombre europeo, blanco y heterosexual es el sujeto que a través de su mirada define el régimen de verdad propio de ese saber-poder, al tiempo que la mujer africana, negra y pigmea es un objeto observado y clasificado. Al final, la ponente concluyó que ese cuento es parte de la literatura feminizada al problematizar el discurso de la masculinidad dominante con su significación falocéntrica, en el momento que describe a la mujer negra y pigmea como un sujeto extraño y desnormalizado que se encuentra lleno de vida.
La segunda ponencia de la jornada estuvo a cargo de la socióloga Anaís López, y ella comenzó planteando tres ejes que se requieren repensar: al movimiento de mujeres en los últimos 20 años de Venezuela chavista, el uso y la gestión del género como una identidad sin avanzar en su cuestionamiento, y la definición de las leyes e instituciones de género como un avance en sí mismo. Según los resultados de su investigación de campo, en los últimos años ocurrió una degradación de las condiciones de vida de las mujeres a pesar de las políticas de género y el discurso oficial del gobierno nacional. Eso se observa en el aumento del empleo precario y el desempleo de las mujeres, en la subalimentación y violencia alimentar que padecen las mujeres, el desabastecimiento y los altos precios de los métodos anticonceptivos, el incremento de la mortalidad materna y la violencia de género. Además, cuestionó que la política de género en la llamada Revolución Bolivariana haya girado alrededor de la mujer-madre, y a su vez que solo tenga una carga publicitaria como el denominado parto humanizado. En sus palabras, mientras las mujeres embarazadas mueren por las pésimas condiciones alimentarias y de salud del país, el gobierno nacional y sus funcionarias hacen alarde del parto humanizado. Al final, criticó a las agrupaciones de mujeres que solo saben hacer lobby y relaciones personas con el aparato del Estado, y reconoció la necesidad de superar la fragmentación del movimiento de mujeres y constituir organizaciones feministas autónomas.
La tercera y última ponencia de la jornada fue presentada por Luna Henríquez, estudiante de pintura en la Unearte y colaboradora de medios alternativos. En su exposición cuestionó el tratamiento estatal del femicidio de Mayell Hernández, al establecer que ese hecho es producto de una violencia doméstica ejercida por una ex-pareja y no provocado por una construcción social patriarcal. En ese sentido, planteó que el macho feminicida no es un monstruo en realidad son sujetos normalizados en la estructura simbólica patriarcal, androcéntrica y sexista. El macho feminicida cree que es propietario de la mujer, la cosifica. Entonces, nadie nace macho feminicida se hace en la cultura dominante. Al final, denunció que el aparato del Estado desestimada y ninguneada a la ley en contra de la violencia a las mujeres, porque no se cumple ni se garantiza las vidas femeninas. Por ello, es indispensable la lucha para conservar y conquistar de manera autónoma la vida y los derechos de las mujeres.
El martes:
La segunda y última jornada del simposio feminista comenzó con la ponencia de Andrea Pacheco, politóloga egresada de la UCV con una maestría en historia económica de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Su intervención inició con una necesaria caracterización del Arco Minero del Orinoco como una visión de país: la constitución de todo el territorio nacional como una zona económica especial con una flexibilización tributaria y laboral al servicio de las empresas transnacionales y locales, una gestión del territorio a partir de su militarización e inclusión de grupos armados paraestatales como los pranatos, la restricción de las libertades democráticas mediante la declaración de estados de excepción permanentes y el establecimiento de un nuevo régimen laboral que incluye un trabajo semiesclavo. En ese marco, la ponente nos describió el rol de las mujer en las minas. En ese lugar desarrollan el trabajo reproductivo y de cuidado, pero además a partir de la violencia y el engaño son ofrecidas como objetos a la satisfacción sexual de los mineros hombres. Las mujeres en las minas y las localidades adyacentes sufren situaciones opresivas como la inseguridad alimentaria, la desnutrición, enfermedades como la malaria, la violencia de género, el embarazo precoz, la trata y esclavitud sexual, femicidios y migración forzada. Al final, después de la cruda descripción de esa realidad propia de un enclave minero articulado a las necesidades del capital mundial, nos planteó que Presidentes aparentemente con posiciones ideológicas diferentes como Trump, Putin, Maduro y Bolsonaro expresan un poder autoritario mucho más masculinizado que se propone controlar con más represión los cuerpos de las mujeres y los territorios.
La segunda ponencia de ese tarde fue expuesta por Alicia Moncada, profesora de la UCV y mujer perteneciente al pueblo wayuú. Sus palabras empezaron planteando la brecha entre la actual Constitución Nacional que establece un Estado pluricultural y reconoce el carácter multiétnico de la sociedad, al mismo tiempo que todavía las políticas de género expresan un racismo estructural porque solo son dirigidas a la mujer urbana y pobre. En ese sentido, indicó que esas políticas de género dirigidas a la mujer genérica no incluyen a la mujer indígena que tiene otras particularidades que se constituyen a partir de la interseccionalidad de varias opresiones: etnia, género y clase. Entonces, cuestionó las políticas dirigidas a la mujer indígena que solo se quedan en el papel y en el espectáculo político, porque sirven solamente a la “indiocracia”. Esos indígenas que utilizan los cargos en el aparato del Estado para obtener beneficios materiales y simbólicos, y le sirven al aparato del Estado para disfrazar la falta de legitimidad de sus políticas estatales. Además, denunció el clientelismo y asimilacionismo de políticas asistenciales como Madres del Barrio en las cuales también incluyeron a las mujeres indígenas, generando más dependencia de la institucionalidad del Estado por el control de sus demandas, un reforzamiento del patriarcado a partir de la conformación de familias mononucleares, la destrucción de la economía de autosustento y su uso como masa de maniobra electoral.
La última ponencia del evento fue presentada por la “Comadre Carreño” que inició y terminó su intervención reivindicando la necesaria autonomía del movimiento feminista. De esa manera, realizó un balance autocrítico de los actuales colectivos de mujeres relacionados al gobierno nacional y al aparato del Estado, que según sus palabras son institucionalizados, clientelares, miedosos, mediáticos y acríticos. Por ello, planteó que a partir del despecho generado por la brecha entre sus objetivos emancipatorios y la realidad concreta se pueda pensar y construir un nuevo movimiento feminista que luche de manera autónoma. Eso en un difícil contexto condicionado por la ola ultraconservadora que se instala en América Latina por la victoria electoral de Jair Bolsonaro. Al final, reconoció que la crisis genera desánimo y un nivel de precariedad que dificulta la lucha, pero debemos recuperar la convicción en nuestra voluntad y acción a pesar del carácter represivo de un Estado que no garantiza ningún derecho social.