Eso que llaman voluntad

La voluntad esa capacidad magnifica que se asoma en una sociedad que se niega a morir.

Lo primero que doblegan es el cuerpo,

luego del dolor, te roban la voluntad.

Úrsula

En este juego de poder las y los de abajo se ven subsumidos por el uso de la fuerza por parte del Estado, la noción común de sobrevivencia es un logro en tiempo de crisis.

Las sensaciones de molestia invadieron mi cuerpo cuando aprecié un vídeo hace ya un tiempo, de una mujer moliendo maíz, manifestando “no me vas a joder Lorenzo Mendoza”, para muchos fue un acto rebelde que una mujer de escasos recursos emanara en ella una “voluntad” de creer que desafiaba al sistema mediante la sobrevivencia precaria que esta imagen representaba.

En pleno siglo XXI una mujer en un país que presume “soberanía tecnológica e industrial” ¿cómo es posible que se encuentre moliendo maíz para poder hacerse un par de arepas? Así corrieron más vídeos, hombres bañándose con totuma, niños cargando tobos de agua, mujeres confeccionando pañales de tela, el transporte público sustituido por camiones para el traslado de animales, abundaban estas imágenes que tienen múltiples lecturas:

1) La voluntad de sobrevivir.

2) La ausencia de Estado.

3) Precarización de la industria nacional y la vida en general.

4) Desmejora de los sistemas de abastecimiento de agua, luz, transporte, servicios básicos.

5) Retroceso en los avances tecnológicos.

Esta diversidad de imágenes tiene una lectura política clave, a pesar de que en su mayoría eran comunidades que se “rebelaban en contra de un empresario”, representa un retroceso de la sociedad. Invertir más horas en las tareas del hogar, muestra el confinamiento de una población que se ha reducido a ser objeto de uso frente a la sobrevivencia de un discurso político desde el poder que ejerce su control induciendo una propaganda constante de guerra.

La vida paulatinamente se ha ido precarizando, al volver a mecanismos medievales para sobrevivir. Esta sobrevivencia no debe ser vista como una “oda a la vida”, como comúnmente suele comprenderse, que la humanidad busque mecanismos para no dejarse palear por la enfermedad, el hambre, es por su propia voluntad de vivir. Ahora, a esta voluntad, el discurso político a lo largo de la historia, la ha llenado de significantes dónde el Estado se exime de toda responsabilidad.

Comprendiendo al Estado como el conjunto de relaciones simbólicas que reflejan el poder de la élite gobernante mediante el control de los organismos de represión, los órganos institucionales y los mecanismos de regulación social, el Estado como estructura de organización de una sociedad, responde a un sistema patriarcal, de jerarquización y dominio pleno del cuerpo y del pensamiento de una población, introduciéndose en lo más mínimo de nuestras vidas, para incidir en la voluntad e idealización del futuro de cada uno de sus habitantes.

Henry, retrato de un asesino de cereales. surrealismo de Cedric Blanchon en EyeEm                                     Henry, retrato de un asesino de cereales. surrealismo de Cedric Blanchon en EyeEm

Viendo que nos relacionamos como sociedad en medio de una red de símbolos subjetivos y de realidades materiales. Esta simbología es creada por cada élite perteneciente al Estado. Un nuevo lenguaje, un nuevo marco legal, una nuevo forma de la organización de la sociedad, son las formas en que el Estado va creando su maquinaria de relaciones. Los mecanismos simbólicos determinan el rumbo de pensamiento de una sociedad que históricamente tiene un lugar común para identificarse como lo es la Historia Patria.

La Historia Patria, es el punto de creación de la identidad y del arraigo de cada habitante de una Nación. En el caso de Venezuela, la Historia, los gobiernos se hicieron de la remembranza de las grandes hazañas de la guerra de independencia para sustentar el marco de su discurso y de su verdad. Es un punto seguro, donde la mayoría de las voluntades idealizan la guerra y sobrevivir a esa guerra. Este juego sabio realizado por los Estados, ha creado nuestras nociones de identidad colectiva. La guerra vista desde la disminución de otros cuerpos frente al poder, la minimización del otro como sujeto.

El estado de guerra se ha diversificado en la actualidad, puede ser un frente en donde dos fuerzas militares entran en conflicto, pero también puede ser el asedio psicológico, subjetivo o a las condiciones materiales de una población, es decir una guerra de colonización de arriba hacia abajo, hasta lo más propio de la existencia humana.

Es importante destacar que nuestros cuerpos han transitado por diversos estadios de dominación. Lo primero que doblega el poder es el cuerpo. Es por ello que en la Historia los Estados emplean sus fuerzas represivas para dominar a la disidencia o a los factores que ellos consideran desestabilizadores.

Desde el 2013 en adelante en Venezuela se ha creado un nuevo paradigma de República, que ya la podemos considerar “La Sexta República”. Primero las élites en el poder se hicieron de la simbología anterior para sustentar los nuevos mecanismos de control social. A mediados del año 2013 se recrea el aparataje de sofisticación del aparato represivo, donde cada órgano de coerción social tiene un comando de operaciones especiales, estrenándose en los Operativos Liberación del Pueblo. Se le devuelven competencia armadas y de ataque a las instituciones de inteligencia de civiles y militares. Estos órganos también, minimizan, disuaden, reprimen a los factores disidentes.

A pesar de que existe un músculo represor más complejo, la inseguridad: el hampa y el malandraje, parecen ir de la mano con la forma de hacer política, porque ambos en la actual situación del país representan un poder. Estos poderes privatizan el espacio público y dejan a la población, inactiva reducida al hogar.

La nueva forma de procesamiento y obtención de alimentos, que “llega a la puerta de tu casa” también es un elemento sofisticado del Estado, ya que inhibes a la población a su localidad o a su casa. Una caja llena de productos en su mayoría extranjeros de larga duración, como con los que se alimentaban en la Primera y Segunda Guerra Mundial. Una alimentación precaria que se viste de “asistencia en tiempos de guerra” fue la instauración de los CLAP, que nace en el 2016 como una medida a corto plazo y luego se transforma en la organización del pueblo alrededor de la caja, ojo, no es alrededor de los alimentos sanos, ricos en vitaminas y proteínas, hablamos de una política alimentaria que desnutre las capacidades de raciocinio de una población ya que son productos de muy baja calidad en cuanto a su rango nutricional. Son alimentos que apalean la crisis con el consumo de carbohidratos y grasas dañinas, y esto representa el plan a largo plazo. Una población que come mal, que no se nutre… no se rebela, aquí les dejo un guiño a las teorías conspirativas.

Se erige en el 2017 otra forma de hacer política con una asamblea paralela, La Asamblea Nacional Constituyente que legisla en función de los contratos con trasnacionales y en beneficio del Ejecutivo Nacional. Esta estructura, puede prevalecer según el tiempo que ella misma indique, a su vez que se convierte en el órgano rector que absorbe toda la regulación del Estado, sobreponiéndose a cualquier estructura excepto del Ejecutivo. Con la lógica gubernamental que esta dependencia está habitada por el “poder popular”, han logrado monopolizar el poder y decisión de las comunas y algunos movimientos sociales. Esta transferencia de poder del movimiento social al Estado no es nueva, fue la práctica política del Presidente Hugo Chávez y en esta trasferencia de poder, el pueblo “se consideró poder estatal”, trayendo muchas contradicciones y la paulatina clientilización de las estructuras autónomas frente al Estado.

Algunos de estos factores de dominación han mellado en el ejercicio consciente de la colectividad venezolana, que nos vuelven vulnerables, expuestos frente cualquier situación. Esto ha sido parte del juego político de coerción de los cuerpos, un Estado que coexiste por su aparato militar y de propaganda, importante señalar este último como la estructura necesaria para adoctrinar las mentes de los cuerpos reducidos.

Cedric Blanchon

Cedric Blanchon

La propaganda es una de los factores que mantiene interconectados a muchas personas con lo que ésta promociona. La propaganda gubernamental suelen ser las más agresivas ya que busca acomodar las condiciones negativas a su favor. Es común que la propaganda haga ver los errores como la corrupción y la malversación como “errores humanos”, siendo nuestro país un territorio de diversas religiones, en donde reconocerse humano es una posición de humildad, sinceridad y de “humanidad”. La propaganda gubernamental ennoblece estas nociones que hacen suponer que el funcionario público reconoció su error y debe ser absuelto de su pecado.

Otra cualidad de la propaganda de este tipo, es crear factores exógenos que constantemente están en guerra y atacando frente a cualquier síntoma de vulnerabilidad a la Nación. Es la propaganda guerrerista y patriarcal que todo Gobierno debe erigir para tener subordinadas las conciencias que esperan a un héroe salvador, que se abalance y luche contra ellos. Este aparato es tal que afilió todos los elementos patrios, comunes de los elementos independentistas a su discurso político y ¿quién en contra del Héroe? ¿Quién se rebela a la patria representada en el Estado-Gobierno?

La propaganda también condiciona la felicidad, la alegría, el amor y la paz. Este lenguaje común en la discursividad política nos manifiesta una serie de significantes que domestica el pensamiento. Un Gobierno que se enmarca en estos símbolos considerados “positivos” en la sociedad, es lo que toda religión busca obtener, representan lo que cada mujer y cada hombre lucha en la vida, ¿cómo haces frente a esta simbología gubernamental?

No es descabellado que la propaganda te diga que lo que te vende es lo que necesitas, porque sin ello estás perdida, “sin mí no podrás ser”, ¿les suena esto queridas compañeras feministas? Un Gobierno que se convierte en el hombre proveedor que enjaula a la sociedad según la disponibilidad de tiempo que este convenga, “nadie te podrá dar lo que yo te doy”. Toda una codificación que nos mantiene amarradas a la disposición y dependencia de otro por su poder, por lo que representa y porque es el único que nos puede salvar. Este punto de la propaganda es el más eficaz ya que el cuerpo sentenciado espera la revelación del Estado-mesías, mientras que frena y contiene su propia voluntad e incluso su sentido común.

La voluntad es la capacidad de autonomía y determinación para cualquier acción o pensamiento. La voluntad de pensar críticamente para luego reflexionar y accionar. Es la sensibilidad que nos permite rebelarnos, es un pequeño sensor, que actualmente en muchos sentidos se está activando luego de un proceso de vaciado de información simbólica producto de la propaganda, que tiene un fin político de subordinación y de imposibilitar la crítica y la reflexión, procesos que vulgarmente se banalizan cuando se dice que expresa “lo único que sabes es criticar” o “¿dónde está tu propuesta?”.

 “Estamos sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos ejercitar el poder más que a través de la producción de la verdad”.

Michael Foucault

Y ahora ¿Cómo rescatar la voluntad?

Aquí igual seguimos pensando y encontrándonos en medio de la sobrevivencia, seguimos escribiendo, hablando, escuchándonos. Pronto volverán las iniciativas colectivas, la organización, la calle, la necesaria expresión de un sujeto que no puede seguir encadenado a cada uno de los lazos del poder, un sujeto que ya está, y estamos, saturadas/os de indignación. Esta energía, esta búsqueda desesperada de voluntad, nos llevará a un cauce común, sigamos escribiendo y escuchándonos, encontremos los códigos de una identidad común que recobre el rostro de la posibilidad de vida y dignidad.

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