The Substance | Foto Mubi

Estremecedora The Substance dirigida y producida por Coralie Fargeat

Sentimientos encontrados, una empatía enrarecida por lo absurdo que puede llegar a ser los estereotipos por los cuales nos hacen martirizarnos. Lo sintético interviene la vida.

Úrsula, Salomé y compadres | Atención, hay Spoiler en busca de conversa, The Substance (La Sustancia) va hilando con sonidos y musicalización envolventes la vida de Elisabeth Sparkle protagonizada por Demi Moore (vale acotar que es una actuación bastante destacable, y de cómo trabajó psicoemocionalmente la exposición pública de su cuerpo desnudo y vulnerable).

 

Demi Moore, en su encarnación como Elizabeth Sparkle, nos sumerge en un descenso a los abismos de la obsesión por la juventud y la belleza, una obsesión que la industria del entretenimiento exacerba y vende como un ideal inalcanzable. La película, lejos de ser una mera representación del horror corporal, se convierte en un alegato contra la violencia simbólica y física que sufren las mujeres en una sociedad que las objetiva y las reduce a su apariencia física.

 

Puede suceder que, si vas acompañada por miradas que no son empáticas con las vivencias femeninas, no hagas “match” con la película y dejes perder los aspectos críticos tomados por banales, porque la película puede llegar de extremo a extremo hasta un punto caricaturesco y con referencias cinematográficas de otras películas, por ejemplo:

 

Carrie (1976):  nos presenta a una adolescente marginada que, tras ser objeto de burlas y humillaciones, desata una ola de violencia telekinética. Su cuerpo, marcado por la pubertad y la diferencia, se convierte en el blanco de las burlas de sus compañeros. La película explora cómo la sociedad patriarcal reprime y castiga la sexualidad femenina, y cómo esta represión puede desencadenar actos violentos. Muestra muchas escenas de una venganza sangrienta.

Requiem for a Dream (2000) muestra la deshumanización a la que son sometidas las mujeres a través de la adicción. Los cuerpos de las protagonistas se deterioran física y mentalmente, mientras son explotadas y manipuladas por los hombres que las rodean. La película denuncia la cosificación del cuerpo femenino y su reducción a un objeto de consumo. Inyectadoras, primeros planos de perforaciones infectadas y la permanente presencia de sustancias.

Kill Bill (2003) ofrece una visión radicalmente diferente. La protagonista, Beatrix Kiddo, utiliza su cuerpo entrenado y su destreza en las artes marciales como herramientas de venganza. A través de una estética violenta y exagerada, la película subvierte los roles de género tradicionales y presenta a una mujer como sujeto activo de la violencia. Y una venganza mostrada con mucho rojo, siendo mareas sangrientas de venganzas.

Parte del reparto y trailer

La sustancia | El cuerpo es un campo de batalla donde se impone el mercado

Desde el patriarcado y su construcción de un binomio genérico: hombre y mujer, en el universo de «La sustancia», el cuerpo femenino es un campo de batalla. Un campo donde las mujeres son obligadas a luchar contra las marcas del tiempo, contra las arrugas, contra la flacidez, contra todo aquello que la sociedad patriarcal considera «inadecuado». Se centra puntualmente en el cuerpo de las mujeres, pero hay destellos de hombres que han ingerido la sustancia, mostrando posiblemente un poco cómo los cuerpos dentro del mercado de consumo capitalista, son reducidos a cárceles frustradas de deseos inalcanzables, pero la máquina insiste “la que quiere puede”.

 

Salvando las diferencias de clases sociales, Elizabeth, al igual que muchas mujeres en la vida real, se ve sometida a una presión constante por mantener una imagen juvenil y atractiva (Sue) una imagen que le permita seguir siendo deseada y relevante en una industria que la descarta tan pronto como aparecen las primeras señales de envejecimiento.

 

Una tiene los sentimientos removidos de recuerdos donde muchas veces las salidas se vieron frustradas por las inseguridades almacenadas alrededor de nuestros cuerpos, sentirnos poco atractivas ¿para quién? Haciendo que el encuentro social pase por una gestión frente a la violencia estética.  

¿Te molestaste con Sue?

Sue un cuerpo con pocos diálogos, un objeto. Elizabeth, disertaciones que pocas escuchan porque es un cuerpo viejo. Hombres morbosos, acomodados, dientes sucios… una estética que no pasa desapercibida.  Y una voz masculina que ofrece opciones, todo está en tus manos, algo similar a lo que hace la industria, empaqueta y te hace creer que es tu decisión. .

Sue es un doble siniestro, una entidad que brota abruptamente de la espalda de Elizabeth, arrastrando consigo sus deseos más oscuros y sus miedos más profundos. La relación entre ambas es una lucha constante por la identidad, un conflicto entre la persona que se quiere ser y la que la sociedad impone. Sue representa la parte de Elizabeth que desea liberarse de las ataduras de la edad y de las expectativas sociales, pero también encarna los peligros de una búsqueda de identidad basada en la apariencia física y la negación de la propia mortalidad.

 

Si bien Sue, es expuesta desde una mirada profundamente incómoda (mucha exposición de tetas-culo y culos) como carne de consumo, un objeto frente al espejo que se alimenta a sí misma de su propia imagen, su forma errática de ser poco fiel a su persona “Elizabeth” y la voz que promociona la sustancia: “no son dos personas, es una sola, busca el equilibrio”. El desborde humano, disfruta ahora y mañana resolvemos, es un práctica común y poco responsable que tenemos identificada y que pocas veces prevemos para no lastimarnos. Sue, recuerda mucho la improvisación poco responsable de la puesta en práctica de lo que se desea. 

 

La relación entre Elizabeth y Sue en «La Sustancia» es una metáfora de las relaciones de poder y las dinámicas psicológicas complejas que pueden surgir entre las personas. Si bien presenta algunos elementos que recuerdan a una relación madre-hija, es importante destacar que esta relación es única y no se ajusta a los moldes tradicionales. No obstante de ello, muchos momentos son un recordatorio de la violencia intrafamiliar que en ocasiones las personas más jóvenes suelen ejercer sobre las personas adultas más vulnerables, por desprecio a la vejez, a la figura adulta, a la autoridad, entre otros aspectos complejos de las relaciones humanas poco comunicativas y acompañadas por redes de apoyo. 

¿Alguna vez has soñado una versión mejor de ti misma? | La mirada masculina hegemónica: Un arma de doble filo

La violencia estética, lejos de ser un fenómeno aislado, se inscribe en sistemas de poder arraigados que buscan controlar y disciplinar los cuerpos, especialmente los cuerpos feminizados y racializados. Es importante destacar que lo multicultural en la película es usado como relleno de la historia, un poco similar a como son utilizados los esfuerzos políticos de inclusión y respeto social frente al racismo institucional, por lo cual una mujer latina, negra, mestiza, indígena; puede conectar más por la vivencia del consumo al que son sometidos sus cuerpos, que directamente por la vida de Elizabeth, que socialmente es un estatus social que en el caso venezolano, es un poco repudiable frente al acontecer nacional, en el sentido de mujer rica, desclasada obsesionada consigo misma negando la colectividad (solo ese detalle). Es inevitable no hacer una crítica desde el ombligo.

 

La película nos confronta con la falacia de la mirada masculina como algo natural e inevitable. La cámara, lejos de ser un ojo neutro, es un instrumento de poder que construye y refuerza los roles de género. Al someter el cuerpo de Elizabeth a un escrutinio constante, la película visibiliza cómo la mirada masculina se erige como un mecanismo de control y dominación, perpetuando una belleza basada en la sumisión y el dolor.

 

Pero, cuando hablamos de la mirada masculina hegemónica; que cosifica, anula y recrea a su antojo el cuerpo de las mujeres, pues, como mujer ¿cómo la miramos? Estamos atravesadas por muchos conflictos poco dialogados con nosotras mismas, eso del amor propio se hace cercano, se vienen a la cabeza momentos familiares en dónde a los quince años el regalo era una cirugía estética, al punto de no entender ¿qué hay de negativo en mi cuerpo que necesita la familia invertir en él? Esa idea de familia que regula y también incide en la construcción de la identidad, que en lugar de ser un refugio es un ente controlador, una se pregunta ¿cómo hacer esta comprensión lejos de la forma de control y vigilancia de los gobiernos y sus instituciones manifestados en las familias estereotípicas?  Todos esas ideas pasan de forma activa en una mujer que hace crítica social, en ocasiones te das cuenta que todo el tiempo estas problematizando la vida, teniendo poca tranquilidad para dejar de cuestionar la cotidianidad, si bien es entretenido, terminas tomando por torpe a muchas personas. Entonces la película, resulta ser un bombardeo de imágenes que hacen culto a los cuerpos que cuentan con las condiciones, el tiempo, el contexto y la voluntad para hacerlo, porque Demi Moore es una mujer real, Sarah Margaret Qualley, es una mujer real, claro uno que otro maquillaje, pero al final no es la inteligencia artificial haciendo artificialidad, son cuerpos de mujeres reales representando capaz una parte de lo que son en el mundo de estereotipos femeninos, es un quiebre quizás para ellas como actrices (por cierto muy bien logrado), pero para la mundana, son los cuerpos de siempre padeciendo de sus mismos problemas de no ser suficientes, la eterna falta de las mujeres ricas ambiciosas. Claro, y como el molde para alcanzar las estrellas es tener ese comportamiento de aburguesada y desclasada, más pendiente de la celulitis en el culo que de una demencial crisis de deserción escolar, colle, el clic a lo que muestra la película, va más a lo actoral, a ciertas circunstancias y lo mejor, el personaje final, que es una extraña criatura tierna que sale reconociendo su reflejo y a pesar de eso sale y salpica con su existencia, esa corporeidad extraña y su incidental venganza. 

Más allá de Hollywood: La realidad latinoamericana

Si bien «La sustancia» es una película británica-francesa , sus resonancias trascienden fronteras. En Latinoamérica, las mujeres también se enfrentan a presiones estéticas y culturales similares. La industria de la belleza, la publicidad y los medios de comunicación nos bombardean con imágenes de cuerpos que según una simetría de compás visual absurdo, consideran perfectos, jóvenes y blancos, perpetuando un ideal de belleza eurocéntrico (cuando sales de la burbuja y te topas con una Europa multicultural, árabe, negra, movida, te desmonta esas estructuras de las noblezas que perpetúan en las editoriales y las comunicaciones). Y esto de la belleza simétrica, tengan estas conversaciones con sus parejas, porque si les salen con eso de que es verdad: la belleza es matemática, pues, es una vaina complemente subjetiva que la quieren objetivar sin problematizar, es una red flag mana, sal de allí. 

 

Caso Venezuela, el estereotipo tradicional permanente de “ser el país de las mujeres bellas” y de la industria del Miss Venezuela, es una constante a la autoestima de muchas mujeres que en la búsqueda de un ideal se someten a costosas, innecesarias y peligrosas intervenciones médicas.

El Miss Venezuela como un "Laboratorio de la Sustancia"

El Miss Venezuela, como un certamen de belleza de larga tradición, ha sido un escaparate de los cánones de belleza impuestos por la sociedad. Al igual que en «La Sustancia», donde Elizabeth busca desesperadamente recuperar su juventud, las candidatas al Miss Venezuela son sometidas a rigurosos estándares de “belleza”, a menudo reforzados por procedimientos estéticos. Esta búsqueda constante de la perfección física puede verse como una especie de sustancia que consume a las participantes, transformándolas en versiones idealizadas de sí mismas.

 

Y conectando con la intervención del cuerpo frente a la violencia estética, los biopolímeros, son sustancias inyectables utilizadas para aumentar el volumen de ciertas áreas del cuerpo, se han popularizado en Venezuela como una alternativa económica a la cirugía estética.

 

Sin embargo, su uso en la industria cosmética y estética de forma innecesaria e  indiscriminada ha tenido consecuencias devastadoras para la salud de muchas mujeres, que han sufrido infecciones, deformaciones y, en algunos casos, la muerte. Vale señalar el rol de complicidad que juega cierto mundo médico que sostiene esta industria carnicera y explotadora de los cuerpos.

 

Te invitamos a leer:

1. El calvario de los biopolímeros en tratamientos estéticos en Venezuela

2. «Me inyecté biopolímeros en las nalgas para complacer a mi pareja y llevo años sufriendo unos dolores insoportables»

3. Esther Pineda G.: «La violencia estética es una de las formas de agresión sexista más universal que existe»

Liberarse de la sustancia.

«La sustancia» nos invita a reflexionar sobre el papel que jugamos como espectadoras. ¿Acaso somos cómplices de esta maquinaria de la belleza? Pues no, somos víctimas que no podemos ignorar la violencia cotidiana que vivimos por todos lados, incluso desde nuestros espacios más íntimos, donde se expresan las mujeres como carne de consumo, como objetos para ser servidos para los hombres con pensamientos hegemónicos. Esto nos recuerda a comportamientos de algunos hombres que han violentado verbalmente a las mujeres mediante comparaciones o señalamientos directos al cuerpo: 

  • ¿Estás aumentado de peso? no te ves bien gorda.
  • Si sigues comiendo así te vamos a comer en diciembre
  • Pareces a Peppa Pig, por lo cerda.
  • Gorda no te deseo.
  • No se me para el pene porque tu cuerpo no me atrae.
  • Deberías hacer ejercicios, se te ve mucha celulitis.
  • No me gustas porque no te ves como cuando nos conocimos
  • Es que ella es más joven

Así como un caudal de comentarios innecesarios para escuchar por nosotras, pero necesarios para el mandato patriarcal. 

 ¿Podemos resistir y construir una nueva narrativa, una narrativa que celebre la diversidad de cuerpos y la belleza en todas sus formas? Pensamos que hay que arar un camino nuevo, capaz para muchas de nosotras sí, es nuevo este estremecimiento, pero existe un grupo imponente y preparado de mujeres, colectivas, personas y organizaciones que buscan arroparnos con la sabiduría que sana, pero hay que leer, hay que escuchar, hay que estar dispuestas a moverse y sobre todo es algo que puedes entender en solitario, desmenuzando tu historia, pero también entre amigas o redes que anden en el despertar de la conciencia que nos quiere dormidas y útiles al servicio del capitalismo. Sin descartar la atención psicológica con perspectiva feminista, y esto es importante, como grupo Las Comadres Púrpuras, donde una más que otra se ha acompañado por espacios terapéuticos, es muy distinto una atención con enfoque feminista que orienta a la desculpabilización pactada por el mandato social que reprime el pensamiento critico, que uno sin este enfoque, igual puede ayudar, pero es un despertar imponente entenderse como mujer que cultiva y es acompañada por especialistas en esta área.

Entonces, la lucha por la liberación corporal es una lucha política. Es una lucha por desmontar los estereotipos de género y por construir una sociedad más justa. Es una lucha que nos concierne a todxs.

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Política
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Alzar la mirada, abrir los oídos, tocar y abrazar los cuerpos cercanos nos llena de angustia; porque nos damos cuenta de que es real, el terror encubierto como “normalidad” es real y nos acecha. Entonces nos volvemos a sumergir, pero algo ha cambiado en nuestros corazones, nos damos cuenta de que no estamos, solas, ni solos y que compartimos la misma indignación.

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